Lo recuerdo como si hubiera sido hoy, quizás lo sea. Como saber cuando comienza la mañana si de ese día quedará alguna anécdota o recuerdo perdurable en el tiempo.
Lo digo y pienso para estar preparado y estar a la altura de las circunstancias. Me viene a la memoria los consejos de mi abuela: si vas a salir a algún lado llevá ropa interior adecuada, no sea cosa que te sorprenda un evento y termines humillado en la cama de un hospital, con la indecencia de unos calzones rotos.
Pero como dijo aquel pensador: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”
Recuerdo aquella mañana en que las puertas del subte me lastimaron los brazos y terminé en el hospital. Lo único que pensaba en ese momento era que el bóxer que llevaba puesto estaba manchado con lavandina danto un aspecto de camuflage, y recordé a la abuela. Un día lunes, sin apuros o atrasos que justifiquen la imprudencia. A los primeros auxilios, una ambulancia me trasladó hacia el hospital mas cercano. Mi mirada se posó en el chofer del móvil que no paraba de mandar mensajes por wattsapp, lo acompañaba una médica que agonizaba de aburrimiento. La angustia paso a segundo plano cuando llegué a nosocomio y me tocó compartir la guardia con un hombre autodefinido en situación de calle.
Un nuevo eufemismo para indicar que se trata de un mendigo, un sin techo o algo por el estilo.
Pero en situación de calle, es como decir que el resto está en situación de casa o de departamento.
Volviendo al tema del mendigo lo habían rescatado de la calle los del Same, estaba operado y tenía una bolsa de colostomía, que mostraba con orgullo fruto de una afección en los intestinos que lo llevó a que lo intervinieran luciendo además con orgullo unas cuantas suturas en la panza.
Me contó que había dejado a su mujer porque no encontraba futuro al lado de ella. Me habló de futuro, que estaba pensando en otra vida, solo aferrada a ésta con unos jeans ajados y unas hawaianas.
El teléfono no paraba de sonar mientras mi ocasional compañero me instaba a que atienda.
Todos pasaban apurados a cualquier lado, parece que nuestras dolencias lo le importaban a nadie. Al menos no se reirían de mi ropa interior.
Estuvimos cerca de tres horas esperando la atención, aunque a esa altura de la tarde nos encontrábamos en condiciones de seguir cada uno en lo suyo.
Recuerdo la escena del accidente. Cuando me apuré creí que había lugar para todos, pero no pude prever que los pasajeros ni bien entraban al coche, se detenían abruptamente reduciendo la velocidad y se plantaban y los que veníamos atrás no quedábamos afuera. Lo que ocurrió es que yo pensé que ya había entrado pero viendo las consecuencias lo había sido así.
Lo deje en la guardia al mendigo de nombre Bernardo, que noté una autentica preocupación por mi evolución posterior.
¡Que loco! Le esperaba la solidaridad de los médicos y de la providencia para que pudiera sobrellevar un destino que no le correspondía. Lo que para mi era una anécdota o recuerdo para él iba a ser su vida.
Desde entonces cada día me dedico a encontrarme con situaciones que pueda transformar en recuerdos.
Lo que pudo representar una vida apasionante de aventuras se me fue transformando en una rutina insoportable. |