Asunto: Meta
Walter:
Cuando me ofreciste participar de tu negocio, me negué rotundamente. No fue por cuestiones éticas o morales; creo que lo hice pensando en aquel mundo que imaginabas y que a mi no me interesaba.
Se que fue una aventura para vos, con pocas chances de perder y una disposición y energía que te hizo soportar esa absurda enfermedad. Lo podías haber hecho en otro momento de tu vida, pero el cáncer fue tu mejor motivación.
A partir de ese momento las metanfetaminas fueron tu objetivo, sin siquiera pensar del daño que tu soberbia y codicia no te dejaba ver. Esa fórmula con ese tinte azul que torcía voluntades a sus ingenuos seguidores.
Ni tu esposa ni tus hijos llegaron a conmoverte, fue un ingeniosa fórmula para justificar tu campaña.
Cuando lo convenciste al pibe para que te ayude, no lo entendía mucho. Una suerte de Sancho Panza contemporáneo adulador de tus hazañas y quizás artífice de tu historia.
Una historia que pasará a ser leyenda cuando se pueda esparcir por cada rincón del planeta.
Traté de buscarte pero todo era muerte alrededor tuyo, el de la cadena de pollos, los Salamanca y su timbre, hasta tu cuñado todo tapizado con un reguero de dólares inundó el desierto californiano.
Si no fuera por Saúl, nunca hubiera conocido tu historia. Si hay alguien que te conocía bien era Saúl, que supo cuidar tus espaldas de tus descabellados planes.
Me enteré por los diarios de la fábrica instalada en el lavadero industrial, una obra de ingeniería pergeñada por alguien que confió en vos y lo traicionaste, como lo hiciste con cada uno que quiso compartir tu vida.
Con el que te ensañaste fue con Jessie; sabías que te quería, respetaba y admiraba; cómplice y confidente de tus atrocidades. Fue aquel compañero que sabía dibujar cada historia para rescatar la épica escondida con la brutalidad de cada acto tuyo. Lo manejaste como a una marioneta, le mataste a tu novia, lo hiciste matar en tu nombre. ¿Sabes porque lo hacía? Por amor, algo que en toda su vida buscó y siempre se lo negaron.
Este correo está dirigido a vos, pero lo copio a Jessie, para que sepa la clase de persona que sos.
El motivo de mi contacto es contarte que logré salir de la droga, que nos fuimos a vivir con dos amigos a Visconsin. No será la mejor vida pero es lo mejor que pude armar.
Heinsenberg, te la creíste; pensaste que ibas a dominar al mundo porque pudiste someter a tu familia y a un marginal.
Lo que mas bronca me da es que te fuiste a morir cuando todavía tenías posibilidades de pelearla, fue el momento en que pude oler tu cobardía.
Con mis amigos teníamos lista un nueva temporada; te hubiera gustado, porque seguirías siendo el centro de la historia, con más poder y más fortuna pero con más carencias, Senador por Nuevo México y una vejez garantizada en Albuquerque, casi un premio consuelo para vos. Lo tuyo fue la aventura y la adrenalina, la misma que te llevó a enfrentarte con todos los narcotraficantes que te circundaban.
Dejaste solo al pibe, otra vez sin afectos y en el medio de un desierto que había conocido solo con los viajes de cocina en aquel desvencijado motorhome.
Todavía recuerdo aquella frase tuya que lanzaste amenazante a tu esposa “No estoy en peligro, Skyler, yo soy el peligro”
¿Por qué no nos esperaste?
No había necesidad y te hiciste matar. A pesar de la basura que fuiste me caías bien.
Con afecto, Vince |