Fuera lo que fuese el motivo, este nuevo Mariano tuvo libre acceso a la biblioteca a cualquier hora y sin pedir permiso a nadie. Allí comenzó a practicar lectura en silencio, sobre libros de su propio interés y elección. La relación con su padre apenas continuaba con lo justo y necesario. Este hombre había pasado de ser abiertamente tiránico a un individuo más cerrado, oscuro y enigmático, mientras que su chico, dejaba su candidez para darle paso a una rebeldía que ya bullía en su sangre de preadolescente para buscar su propio camino pronto…
Ese momento oportuno llegaría al otro día, cuando su padre le comentó como al pasar: -che, Marianito, no te parece mentira que ya estamos con las vacaciones de invierno encima, que otra vez tengas que pegar los afiches de una obra infantil nueva…
La mirada penetrante, desconfiada y a la vez incriminadora de este hijo, hizo que su padre se defendiera con un descarado sarcasmo: - Sí, no me mirés así, quedate tranquilo que papel para un mudito de utilería no hay acá!... Por lo tanto, apenas terminés con eso, andá a la sala de calderas que voy a necesitar que me ayudés ahí también... Estoy tratando de encenderlas pero no puedo... Están hechas chatarras y ya no dan más esas porquerías.
…Mariano ya había limpiado el piso, las escaleras, los espejos, acomodado la boletería y pegados todos los afiches en las puertas, cuando una mal cerrada se abrió como quien invita a pasar por allí… Y por ese resquicio se dio a la liberación, se mezcló con la multitud y se dejó llevar por esa marea humana…Su padre, que aún trataba de restaurar el buen funcionamiento de la calefacción, pasada una hora notó su inhabitual tardanza. Y esta vez sus gritos retumbaron en el teatro llamándolo como nunca, aunque supiera que no respondería por nada del mundo. Y ya pensando en lo peor volvió a recorrer el mismo circuito de aquella vez, pero ahora en el túnel no estaba. Recién, cuando descubrió esa puerta entreabierta, cayó en la cuenta que a ese hijo suyo tan “protegido”, no lo volvería a ver jamás de los jamases.
Preso de su culpa y desconsuelo, se resguardó en la boletería de cualquier mirada inoportuna desde la calle, no quería que nadie lo viera llorar a moco tendido como un niño... Ya recompuesto, pero con su mirada todavía vidriosa, vio cómo algo brillaba sobre el mármol negro de la ventanilla de entradas; un montoncito de monedas. Las que Mariano ahorraba y dejó allí antes de irse como pago de su libertad. Afuera lo esperaba la aventura que es una vida llevada como cualquier chico de la calle…
Tras este impacto emocional, y ya completamente desequilibrado, este hombre llamó por teléfono a mi departamento (a veces me tomaba un día libre) para contarme con palabras entrecortadas lo ocurrido con Mariano. Y pedirme que alguien saliera en su búsqueda ya que él no podía dejar su puesto. Recién había encendido las calderas y estaban a prueba, sin un control podrían explotar y él sería el responsable de un tamaño desastre. Sin más le contesté que de inmediato avisaría a la policía, y que yo mismo me sumaría la búsqueda… No obstante, no me dejó cortar, enfáticamente me pidió un último favor; que apenas encontráramos a su Marianito le pidiera perdón en su nombre por el gran daño que le había hecho. Tampoco se olvidó de recordarme a su querida esposa muerta, como todos los días lo hacía, y hasta llegó a disculparse conmigo agradeciéndome la ayuda incondicional que siempre les había prodigado a ellos tres juntos…
Habrían pasado uno par de minutos, cuando me disponía a bajar rápidamente de mi cuarto piso, una sorda detonación me detuvo al instante. Desde una ventana pude observar cómo una nube blanca de vapor se expulsaba desde el viejo techado de chapas oxidadas del teatro, para luego, el comienzo de un incendio con sus llamas dantescas…
Las sirenas de los bomberos me acompañaron durante esas tres interminables cuadras que siempre me separaban de mi tarea cotidiana…Entre la gente que se había congregado, y a través de una espesa cortina de humo y chispas que emanaba de la entrada enrejada del túnel, vi con algún alivio que esa emblemática fachada (réplica de una italiana) aún no había sido afectada. Evidentemente, el incendio se desarrollaba en la parte trasera del edificio, y allí estarían los bomberos. Sí, desde ese callejón adyacente, trataban de disminuir los daños en camarines, vestuario, Iluminación, decorados, y por consiguiente en el subsuelo; calderas, depósito y finalmente a esa sección de utilería y vivienda al mismo tiempo …Todo esto pasaba allá detrás, mientras que yo, en el frente, me preguntaba; ¿Dónde estará Mariano y donde está su padre?. Los dos podrían estar por las calles igualmente desencontrados, o en medio del incendio, si el chico había regresado al teatro arrepentido de su osadía...
Eran alternativas posibles y consulté a los socorristas. Ninguno de ellos pudo darme una respuesta certera, nadie había visto a quien socorrer…Allí tomé una decisión rápida, la de entrar intempestivamente al teatro, sin ninguna autorización, oculto por el aire saturado de humo negro…
Dije que el incendio era en el fondo, así que comencé gritando sus nombres en el hall a garganta seca, hasta que esa atmósfera irrespirable no me permitió dar un
paso más… Todo lo que pude hacer allí fue rescatar esas monedas olvidadas en la ventanilla, a modo de recuerdo para mí...
A media tarde había comenzado a llover lento, esto aceleró el arduo trabajo de los bomberos, que en algunas horas más habían logrado sofocar el incendio por completo. Ya se podía saber si había víctimas, atrapadas, heridas o en todo caso, lamentablemente muertas…Nada había quedado del escenario, las tablas sobre donde había nacido Marianito y fallecido su madre, solo eran restos humeantes de un recuerdo que mejor olvidar... De allí hacia adelante, el portón anti-incendio había impedido que las flamas se propagaran desde allí a todo el teatro por completo...
Hasta ese momento, en superficie no fue hallado ningún cuerpo, faltaba inspeccionar el subsuelo, la zona de la explosión. La más difícil de llegar prontamente, teniendo en cuenta la cantidad de escombros aun calientes por remover que obstruía la entrada. Este trabajo llevaría toda la noche, y recién a la mañana temprano lograron acceder con linternas, picos y palas. Allí el fuego había entrado vorazmente buscando salida al exterior, convirtiéndose en pocos minutos en un inmenso incinerador. Aquellas delgadas vías férreas había quedado retorcidas caprichosamente, y del vetusto carro de madera solo estaban sus ruedas de hierro. Gran parte de esas paredes abovedadas de ladrillos se habían desmoronado y sus escombros hacían casi imposible una revisión rápida y prolija. Después de un ardua y agobiante tarea de despeje encontraron lo que no se quería encontrar; restos humanos. Huesos rotos y calcinados de un adulto, que en una bolsa pasaron rápidamente frente a mí rumbo a la morgue…
Yo me quedé en la entrada de ese túnel por un buen rato, no podía apartarme de ese siniestro lugar. Parecía que esa boca negra quería tragarme a mí también, y que yo lo aceptaba como un castigo de no sé porqué…
O pensándolo mejor ahora, para estar presente cuando bomberos y socorristas cambiaban opiniones sobre todo lo ocurrido; el origen del incendio, su propagación, los daños causados, su extinción y recupero a futuro. Y principalmente, para escuchar sobre un supuesto previo accionar de la propia víctima. Les resultaba casi milagroso que ese frontón anti-llamas funcionara. Databa del siglo diez y nueve, era de chapa gruesa, con un mecanismo que lo baja por detrás del telón encendiendo a tiempo un motor, para lo cual ese requiere que estuviera en perfectas condiciones de uso, con un mantenimiento periódico y sistemático, y este parecía haber sido engrasado muy recientemente...
Otro cuestionamiento, el más importante: Porqué, después de la explosión de la caldera, y de haber logrado accionar la compuerta, el encargado no supo escapar por el callejón de atrás, y optó por volver al subsuelo e intentarlo por el lugar menos posible; por el túnel, con su reja y candado a la calle. Esto era completamente absurdo e inexplicable, un misterio que nunca se resolvería pensé, y sin más que ver y saber, me alejé del lugar con la plena convicción de que no sería yo quien continuara con este teatro cuando fuera reparado. Si bien el noventa por ciento de lo material había quedado intacto, mi conciencia estaba destruida por completo. Dos muertes allí, era una maldición…
Solo encontrarme con ese Marianito sobrevivido por su audaz decisión, podría devolverme el alma al cuerpo, aliviar la responsabilidad que me tocaba, pero aún no aparecía y seguía siendo buscado…
Continuará... |