(en cuatro partes)

…Y desde aquel momento la infancia de este pobre chico se dividió entre observar ensayos, un poco en aprender escritura y leer, y ya con dos añitos más, en ayudar a su papá… El hall de entrada debía estar siempre esplendoroso; sin polvo en los pasamanos de las escaleras, inmaculados los espejos, y los bronces y cristales que brillaran hasta encandilar. En tarea aparte; despegar los afiches vencidos de los vidrios de esas pesadas puertas de ingreso al púbico, y pegar después los nuevos. Siempre desde adentro, para que ese afuera a Mariano le significara una verdadera función a disfrutar desde allí mismo, sin tener que pagar entrada o mejor dicho, salida...
Yo lo había visto en esta actitud soñadora, con la ñata contra el vidrio como dice el tango. Extasiado con el movimiento caótico de los automóviles, con los peatones enredados en espontáneas conversaciones. Con el negocio de enfrente, donde los clientes entraban con las manos vacías y salían con algo misterioso oculto en un bolso…Todo esto, cotidiano y normal, era para él algo excitante y novedoso, dejaba atrás su confusa realidad entre telones, y ya, con ojos asombrados, contemplaba cómo en ese escenario al aire libre, la gente se movía sin lugares marcados, sin libretos estudiados de memoria…
Pero cuándo y cómo se daría esto, sería su pregunta, si su padre le tenía prohibido asomar su naricita fuera de ahí. Según éste, temía que en pleno centro comercial, esa vorágine de personas lo arrastrara por la calle y se perdiera en esa ciudad de locos sueltos…
Doy fe de esto, un mal día de ésos, vi cuando Mariano fue tomado “in fraganti” por su padre y lo reprendió despóticamente – Mariano, te estuve observando… te la pasaste mirando y mirado no sé qué de afuera… y te estás olvidando de pegar los afiches que te dije…Dentro de dos semanas comienza las vacaciones de invierno y vamos a tener varios espectáculos infantiles. ¡Ah!, y sobre esto te quería hablar… ¿a que no sabés lo que se me ocurrió? Voy a hablar con esa compañía, a lo mejor te pueden dar una pequeña participación en esta obrita, qué me decís….
A los dos días Mariano ve a su padre acercarse exultante con unos papeles en la mano: - ¡Lo conseguí, lo conseguí, mi Marianito querido!... Es cortito cortito, pero no importa, lo importante es que participés el algo… vas a actuar por primera vez sobre un escenario y con público… ¡no te imaginás lo feliz que estoy!”
Marianito comenzó a “masticar” su papel con gran esfuerzo y fastidio. No quería actuar porque nunca quiso, pero ese debut se acercaba inexorablemente y cada ensayo era un suplicio, su padre lo notó al momento.
- Mariano, te veo muy agobiado, muy sin ganas y esto no puede ser. Vos no me podés fallar, así que este fin de semana vas a descansar un poco ¿sabés? Ésos días dedicátelos a vos nada más... Podés salir por acá cerca, tomá esta plata y gastátela en lo que quieras afuera…
La palabra “afuera” le sonó tan irreal como una broma, y dudó unos segundos en tomar ese dinero. Lo necesario para poder responder con una justa y punzante ironía: -¿Salir ahora para qué, papá? ¿Qué necesito comprarme?... ¿Golosinas?, si el chocolatinero cada fin de semana me los regala, ¿Juguetes? con las cosas que hay acá para arreglar me sobran para entretenerme. ¿Ropa nueva?, si vivo disfrazado todo el día... Mejor me las guardo, ¿no te parece?...Puede ser que ahorrando mucho, cuando sea grande me haga rico como ese personaje de la semana pasada. ¿No fue así?
-No hijo, eso ocurre en la imaginación del autor, la realidad no es así, comprendés lo que digo.
- Y más o menos, a mí se me mezclan las cosas, papá. Sé de los deseos, que cuando queremos algo mucho, mucho, mucho, un día se nos puede cumplir, eso creo… pero debe ser como un milagro ¿no? Allí su padre no supo qué contestar, su hijito lo superaba preguntando y enseguida fue a encender las calderas…
Por fin llegó esa primera función de la temporada. El teatro estaba desbordado por la algarabía de chicos, y por la paciencia de esos mayores que los acompañaban estoicamente, sin chistar siquiera.
...Mariano llegó a este momento preparado como pudo, a los empujones con su propia voluntad. Y ahora ya está detrás del cortinado lateral espiando la actuación de sus “compañeros”. Expectante, con una cara pintarrajada que disimula cada contracción de los nervios, y a la espera de la súbita señal de entrar en escena. Su aparición sería fugaz, apenas concebida para dejar conforme a su padre y nada más. Terminado este acto, quedará libre y subirá con él a los andamios para ayudarlo con la lluvia artificial. Algo que se atribuía haber inventado de esta manera; desde lo alto y ancho del escenario, una sutil cortina formada por hilos de seda caería hasta el piso, y el brillo por la luz, más un suave movimiento lateral del conjunto, produciría en el espectador la ilusión de ver una llovizna o lluvia muy fina cayendo…
Arribado el esperado aviso, Mariano no está en su lugar, ni a la vista de nadie. Su padre, desde arriba, notó esta falta y se descolgó rápidamente en su búsqueda. El bache que hubo por nuestro comediante infantil desaparecido fue irremediable pero no alteró la escena, tampoco la “lluvia” que le seguiría.
Su padre, llegó corriendo hasta “Utilería”, su casa, inútilmente, no estaba. Desesperado buscó en los lugares más recónditos, que los había en cantidad, pero nada. Hasta que notó que la compuerta del túnel, clausurado por desuso estaba entreabierta... Ese antiguo pasadizo, que aún conservaba su carril y un carro de carga utilizable, era usado en aquellas viejas épocas para movilizar todos los materiales traídos y vueltos a llevar por cada compañía contratada, (recorría el teatro por un costado en declive, desde su acceso en la vereda hasta Utilería, bajo el escenario)…
Era el lugar más insólito donde buscar a Mariano, él jamás quiso entrar ahí, ni siquiera a “investigar” como cualquier chico curioso, le daba mucho miedo. (Me lo había comentado el padre en su oportunidad, tampoco yo se lo hubiera permitido). Sin embargo, finalmente lo encontró allí, temblando de pies a la coronilla, agarrado fuertemente de la reja que daba al exterior. Su cara transfigurada se iluminaba por los rayos de un sol entrecortado por el paso incesante de los peatones sobre la vereda…
-¿Pero qué te pasó decíme?- le pregunta el padre y Mariano no contesta. -¿Te asustás del público?- Mariano con la cabeza le responde que no…
Me decís que no, pero sí…. Esto se llama “Pánico escénico”, tenés que aprender estas cosas…ya se te va a pasar... Mariano, no abre la boca ni la abrirá.
-Está bien, si te quedás tan callado será porque no querés ser actor y ni dar las explicaciones que se debe, de un buen hijo a un buen padre como yo…
Mi deducción no sería tan simplista si hubiese estado allí… En aquel crucial momento de su participación, ese chico se habría preguntado por qué salir a escena cuando ya sabía de antemano que se reirían de él (no por su chiste que nunca entendió, creería por su mala actuación). Y su mejor respuesta a esto fue huir de ahí, dejando atrás para siempre al gran actor dramático que su padre quería que fuera…Su subconsciente lo había ayudado en esta decisión de la mejor manera ahora; dejándolo mudo, y no caprichosamente callado como su padre sostuvo hasta un último momento…

Continuará...