Había una vez un pirata que siempre le gustaba ir en busca de grandes tesoros, él era el pirata Fortunato siempre viajaba con sus dos mejores amigos: su perro Canela y su loro Paco.
Ellos siempre lo acompañaban en sus largas travesías, un día el pirata Fortunato había escuchado que en la isla encantada había un gran tesoro así que no lo pensó mucho, cogió el mapa subió a su viejo barco cogió a sus dos grandes amigos Paco y canela que siempre lo acompañaban y comenzó su larga travesía.
Ellos iban muy felices cantando siempre juntos superando todos los obstáculos que se les presentaba en el camino como: lluvias torrenciales, vientos fuertes, pero ellos siempre estaban juntos en los buenos y en los malos momentos.
Pronto llegaremos, decía el pirata Fortunato.
Canela y Paco lo miraban muy atentamente.
- Mira allá Canela se ve una isla, debe ser esa la isla encantada, pronto seremos ricos con el tesoro que encontraremos. Y ya no tenemos que salir nunca más. Decía el pirata Fortunato.
Cuando llegaron a la isla encantada bajaron y empezaron a mirar su mapa y el mapa le señalaba que tenían que caminar de frente y que allí encontrarían un gran árbol. Luego deberían voltear a la derecha y caminar veinte pasos y allí encontrarían el gran tesoro. El pirata Fortunato estaba muy emocionado.
Pero en ese momento el pirata Fortunato se dio cuenta de que su perro Canela no estaba a su lado, su perro había desaparecido.
Así que el pirata Fortunato empezó a llamarlo y buscarlo por todos lados.
- ¡Canela! ¿Dónde estás?
- Paco tú has visto a canela. Dijo el pirata Fortunato.
- Pero él estaba aquí hace un momento, y zas desapareció, dijo el loro Paco.
Así que el pirata Fortunato y su loro Paco empezaron a buscarlo desesperadamente.
- ¡Canela, Canela! Gritaba el pirata Fortunato…
Y no lo encontraban, en ese momento una inmensa bola apareció y empezó acercárseles rodando queriéndolos aplastar.
- ¡Corre Paco, corre! Decía el pirata Fortunato.
Y empezaron a correr, corrían y corrían paco muy cerca de Fortunato él no lo quería dejar solo en ningún momento, era su amigo y estaría con él en todo momento.
- ¡Ábrete Paco, ábrete! Gritaba el pirata Fortunato.
Y así la inmensa bola paso de frente y de repente desapareció, así que ellos continuaron su búsqueda…
- ¡Canela, Canela! Responde por favor. Decía el loro Paco.
Un tiempo después seguía la búsqueda y nada no lo podían encontrar cuando de repente del cielo empezó a caer una lluvia de fuego.
- ¡Oh no! Otra vez. Dijo el pirata Fortunato.
- Corre Paco, corre y cuidado te caigan esas llamas de fuego no te quiero perder a ti también amigo. Decía el pirata Fortunato.
Así que el loro Paco y el pirata Fortunato empezaron a esquivar las llamas de fuego que caían del cielo muy rápidamente.
- Mira en el fondo hay unas Palmeras, allí nos ocultaremos corre Paco, corre. Dijo el pirata Fortunato.
- Está bien vámonos. Respondió el loro Paco.
En ese momento la lluvia de fuego paro y ellos continuaron con la búsqueda de Canela.
En ese instante empezaron a escuchar:
- ¡Auxilio, Auxilio Aquí! Gritaban era su perro canelo.
- Escuchaste eso Paco. Dijo el pirata Fortunato.
- Si lo escuché, es canela. Respondió el loro Paco.
- ¡Vámonos! Dijo el pirata.
Y buscando, buscando encontraron a Canela, pero grande fue la sorpresa que se llevaron, canela estaba amarrada a lado del baúl con el tesoro que el pirata Fortunato tanto deseaba y estaba buscando.
Y de repente se escuchó una fuerte voz que decía:
- Escucha pirata solo puedes escoger una de las dos opciones y solo tienes cinco minutos a partir de ahora.
- Rápido Paco, ayúdame tenemos que sacarlo pronto. Dijo el pirata Fortunato.
Y sin pensarlo dos veces empezaron a salvar a su gran amigo Canela y cuando lograron soltarlo de repente el cofre se hundió y desapareció en la tierra.
El pirata Fortunato abrazó a sus dos grandes amigos Paco y Canela y rápidamente salieron todos juntos.
Finalmente el pirata Fortunato pudo entender que el tesoro más grande que él tenía era la amistad y la compañía de sus dos grandes amigos Paco y canela y no los cambiaría por todo el oro del mundo.
Así que subieron a su viejo barco y regresaron a casa muy feliz. Abandonando así la isla encantada, con el más grande tesoro que era tener a salvo a sus dos viejos amigos.
Fin
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