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¡ARRIBA EL TELÓN!!!
(En 4 partes)

Siempre la ficción había sido mi vivir, no como escritor ni guionista; fui director de un teatro…No obstante, en mi retiro de esta actividad empresarial, sentí esta necesidad de contar el drama sufrido en aquel lugar. Una historia de la que yo mismo fui partícipe, si bien no influyente, al menos necesario. De tal modo, si quiero ser fiel a una cronología de los hechos, debo comenzar desde donde sus principales actores se conocieron. Los dos en pareja, vagabundeando como grandes soñadores y bohemios que eran; mímicos y acróbatas de almas gemelas en esta difícil vida de ganarse el pan en la calle. Tanto, que un buen día, y ya con un amor consolidado, decidieron establecerse en un hospedaje juntos, y seguir una carrera actoral tomando clases de arte escénico en aquel, mi querido y antiguo teatro...
Como promisorios actores enseguida se incorporaron a mi elenco estable, y así los creí felices y completos durante un tiempo. Me equivocaba, evidentemente, entre ellos faltaba un hijo, y esta mujer pronto quedó embarazada. Papel de futura madre que supo interpretar sobre las tablas hasta casi su término. Hasta que inoportunamente, en una actuación de estreno Marianito quiso nacer…
Y lo hizo, en un parto urgente vio su primera luz bajo un potente reflector escénico a telón bajo. Aquí podría decir que este actor en ciernes había ensayado su llanto inaugural cuando su madre, coprotagonista de su reciente vida, abruptamente pasó de un final feliz a otro que ni el mejor guionista pudo haber imaginado; su muerte real fuera de libreto…
Junto a esta semejante desgracia también había fenecido la vocación de ese padre. Este hombre, muy abatido ahora, al borde de la autodestrucción renunciaría definitivamente a ese sueño que siempre había sido de a dos. Sólo le quedaba ese fruto de un gran amor como continuidad, ese hijito, un estímulo para seguir viviendo y no dejarse morir por tanto desgarro y desolación…
Por suerte, creí en aquellos momentos, en un rapto de sensatez y optimismo se presentó en mi oficina para confiarme que la única manera de recomponer su vida sería otro lugar. Y que por esto me pedía el favor de recomendarlo en un nuevo empleo. Cualquiera que fuera me dijo, aunque yo descontaba que con ninguno podría, solo y con un bebé en brazos cómo y dónde, imposible. Este problema suyo se hizo carne en mí. Su esposa era indómita con su vocación, pero yo debí oponerme firmemente a que trabajara en ese estado avanzado de su embarazo. Me sentía responsable y con el compromiso de resolver esto de alguna manera. Como nunca había dejado de creer que sería buen muy actor, por no perderlo de vista le ofrecí una ocupación dentro de este mismo ámbito; de encargado del mantenimiento y de la boletería. Y un poco más; si aceptaba hacerse un lugarcito aquí adentro, podría alojarse con su bebé y ahorrar ese costo del hospedaje…
De sobra estará decir que enseguida fue trato hecho y manos a la obra. Acomodando materiales y deshaciéndonos de cosas inservibles, logró un buen espacio habitable en la sala de utilería. Precisamente en el subsuelo de ese escenario que había jurado no pisar nunca jamás.
…Y por aquello tiempos hubieron de vivir disponiendo de todo lo necesario sin pedir algo por favor, porque qué podría faltar en un pequeño hogar dentro de un teatro perteneciente a una fundación con fines de beneficencia, en lo material nada, yo la administraba, pero en lo existencial resultó que sí. Tranquilidad para Marinito, que ya con cinco años sufría demasiado allí dentro… Su padre salía muy poco, y nunca lo había llevado de paseo, ni siquiera a una placita ubicada a dos cuadras de allí… Y yo tampoco sospeché una consecuencia tan dañina en esa personita. Que el hecho de criarse como en cautiverio, en un lugar donde la realidad y la ficción se mezclaban a cada instante, lo llevaba a ser un chico sumamente disperso, esquivo y descreído de todo lo que veía…
Este padre nunca supo ver que en cada función temblaba de miedo acurrucado en su camita bajo el tablado. Desde donde gente inédita le trepidaba encima, con sus pasos bien ruidosos, risotadas escandalosas de groseras comedias, y espasmódicos llantos en escenas dramáticas totalmente incomprensibles para él…
Entonces, qué buen discernimiento podría tener esta criatura de una realidad de puertas afuera, ninguna o distorsionada para peor... Una turbación profunda a esa corta edad suele dejar marcas imborrables en la psiquis del niño, si no se lo entiende y atiende en su debido tiempo. De esto, ese padre no se ocupaba, por ignorancia o por desidia, nunca me animé a preguntarle por qué.
Creo que allí alguna responsabilidad me cabía, debí prestar más atención a estas anomalías y tomar cartas en el asunto. Pero cómo y cuándo, si pocas veces salía de mi oficina, siempre encerrado entre números, nombres y renombres de artistas, de propuestas a considerar y responder por sí o por no como correspondía, ese no era mi trabajo…
Si esto suena como una pobre excusa de mi parte, puede ser que sí. Aquel descuido mío hoy es un remordimiento que debo soportar. Más aún, cuando recuerdo que este hombre también estaba pasando por alto el aprendizaje escolar de su hijo sin que yo lo advirtiera. Mariano había llegado a sus siete años bien cumplidos y aún no sabía sus primeras letras…
A favor de este padre podría decir que su trabajo en sí le impedía llevarlo a clases. Ordenar la sala mayor, cambiar las bombitas quemadas, mantener impecables los cortinados, asegurar el buen funcionamiento de las calderas en invierno y que los ventiladores sean silenciosos en verano, le ocupaba toda una jornada…Muy consciente de esto, un buen día lo cité a mi oficina y le propuse que buscáramos una manera posible de que ese chico no perdiera su obligatoria escolaridad…
No debió haber sido una buena propuesta la mía, porque enseguida llamó a su hijo y dirigiéndose a él me respondió de esta manera:
- Marianito mío, tu papá no puede llevarte a la escuela porque está muy ocupado, pero ya encontré una solución: vos sabés que gracias a este señor tenemos dónde vivir, que todo lo nuestro está acá, que acá naciste y acá murió tu mamá…Que no está ahora, pero su espíritu nos sigue acompañando…Sí, sí, creeme… A veces la escucho decirme que no dejés el teatro por nada del mundo, que lo tuyo está acá adentro… Y yo quiero hacerle caso, no quiero que se enoje conmigo… así que desde mañana te voy a enseñar a leer y a escribir aquí mismo a la noche, antes de ir a dormir, ¿qué te parece?… es todo lo que necesitás por ahora… ¡ Ah!, casi me olvidaba…tenés que prestarle mucha atención al profesor de actuación cuando esté enseñando a otros, mucha pero mucha atención, ¿estamos?...
¡Ojalá yo hubiera tenido esta oportunidad de chico!.. Si me hacés caso, serás el mejor actor de arte dramático que existe, ya vas a ver… tu madre se va a poner contenta y te lo va a agradecer, te lo digo yo, sí, sí creélo que es así…
Este discurso con un tinte de esoterismo para impresionar al chico, me dejó sin palabras, sin ánimo siquiera de contradecir esa pretendida idea suya. La que decididamente, sin mi visto bueno, pondría en práctica…

Continuará...

Texto agregado el 03-08-2021, y leído por 127 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
08-08-2021 Partió bien este relato, así que continuaré leyendo, motivado por las alternativas, que se ven interesantes. Un abrazo. guidos
05-08-2021 Leído, vamos por más! Saludos Sheisan
05-08-2021 ¡Pobre chico! Vivía aislado del mundo como si estuviera en continua cuarentena. Esperemos que mejore su situación. Saludos. Clorinda
04-08-2021 Un relato muy interesante, del cual espero la continuación. Saludos, amigo. maparo55
03-08-2021 Esperando la segunda parte!Saludos. ValentinoHND
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