El poder de cambiarlo todo
Jober Rocha
Cuántas veces en nuestra vida nos encontramos con situaciones en las que pensamos que ya no hay salida para el problema que vivimos o que vislumbramos, en el escenario nacional e internacional. Este callejón sin salida al que me refiero puede ser de carácter personal o referirse a terceros y de carácter político, económico, psicosocial o militar.
Tanto es así que muchas personas incluso se suicidan, imaginando que no hay salida al dilema al que se enfrentan. La única salida, para quienes piensan y actúan así, es dejar esta vida en busca de la paz mental y la tranquilidad tan ansiada y supuestamente encontrada en algún otro plano de la existencia o en el más allá.
Ocurre que, si analizamos la historia, siempre veremos en ella la prueba del conocido dicho popular: 'No hay bien que siempre dure ni mal que nunca se acabe'.
Imperios y emperadores, monarcas y monarquías, dictadores y dictaduras, desde el principio de los tiempos, ya han tenido su ascenso y su caída. Todo lo que tiene vida tiene siempre un comienzo, un medio y un final. Ésta, sí, es una Ley Históricamente Determinada, concepción inventada por Karl Marx y que a los marxistas siempre les gusta mencionar cuando se refieren a una supuesta lucha de clases, un choque este inventado por Marx en el siglo XVIII.
Con qué frecuencia nos enfrentamos a episodios trágicos, en particular los de carácter político ideológico, en los que no vemos alternativa y, de repente, sucede algo y la situación, que antes era inmutable, cambia por completo.
La última elección brasileña para el cargo de presidente de la república es un ejemplo de todo lo que dije. Nuestro país, durante tres décadas, estuvo gobernado por partidos de izquierda que pretendían implantar aquí un régimen comunista. No faltaron recursos para la campaña de 2018, por parte de los partidos de izquierda. Durante estas tres décadas, habían malversado tanto dinero público, como informó la ‘Operación Lava a Jato’, que, fácilmente, podrían haber ganado las elecciones. Contaban, además, con el aparato del Estado gubernamental y con máquinas electorales electrónicas poco fiables. Numerosos expertos en el tema afirmaron que estas urnas eran fácilmente defraudadas. Aun así, se utilizaron en las elecciones.
Ocurre que, por un verdadero milagro, el diputado Jair Bolsonaro, postulándose por un partido pequeño, sin recursos económicos, sin el apoyo de grandes empresarios y agrupaciones empresariales, sin el apoyo de los grandes medios de comunicación y estudiantes secundarios y universitarios (estos adoctrinados por maestros activistas ideológicos y militantes de partidos de izquierda); con solo el apoyo de buenos brasileños, simpatizantes de su causa en las redes sociales, causa esta de total honestidad y lucha contra la corrupción endémica en la política brasileña, logró ser elegido presidente de la república con cerca de 57 millones de votos. Esto, hasta entonces, era impensable. Los propios institutos de verificación de opinión no previeron esta hipótesis.
Llego, por tanto, a imaginar la intercesión de una 'mano invisible', como sugiere el economista Adam Smith (1723-1790), autor de 'Una investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones', cuando afirma: “Así, el comerciante, movido únicamente por su propio interés, es conducido, por una 'mano invisible', a promover algo que nunca fue de su interés: el bienestar de la sociedad”.
Esta mano invisible a la que se refería Smith, sin duda, sería algo imponderable, de carácter metafísico, que tenía el poder de revertir situaciones críticas insolubles. Solo puedo imaginar que se refirió a la mano del Creador, el único con poder para una empresa de tal magnitud.
Creo que el gran aliado al criador en este empeño, por cambiar cualquier situación existente, se llama muerte.
A través de ella, innumerables seres malignos son removidos del escenario nacional e internacional, sin interferir de manera dañina en estas situaciones, como lo hacían hasta entonces.
Con qué alegría indescriptible veo en los obituarios de las redes sociales la noticia de que cierto villano, enemigo de la buena sociedad, ha pasado de esto a peor (sí, porque para mejor solo pasan aquellos que dedicaron su vida al bien común, al mejoramiento de las condiciones del pueblo, al progreso de la humanidad).
Reconozco, aunque no acepto, que la muerte tiene la característica de hacer que los sobrevivientes que quedan perdonen los pecados de los que se fueron.
Así, es común el panegírico de quienes solo hicieron cosas malas en la vida, en particular los políticos, por quienes lamentablemente todos sufrieron los efectos de estos males.
Estos cabrones olvidan que las malas hierbas echan raíces. Por cada villano muerto hay un sucesor. Esto también es una Ley Determinada Históricamente, como intuyó la imaginación de Karl Marx e insistió en dejar claro, para las generaciones posteriores, en su obra 'El Capital', cuando mencionó la supuesta lucha de clases inexorable entre los trabajadores y sus patrones.
Entonces, cuando veo en los titulares de los periódicos que ciertos políticos, ciertos magistrados, ciertos sacerdotes y ciertos ejecutivos han pasado de esto a peor, como consecuencia o no de la pandemia que azota a nuestro país, veo en este la famosa mano invisible ya mencionada. Sé que el Creador vela por nuestro destino y estoy seguro de que interfiere en este mundo material en el que vivimos, cuando y siempre la situación terrenal está fuera de control debido a la inconmensurable ambición de unas pocas 'autoridades'.
Por lo tanto, mis queridos políticos, magistrados, ejecutivos y demás autoridades, es un acto importante y sabio para ustedes tener cuidado con el ojo de Horus que todo lo ve, el omnisciente y omnipresente, al hacer sus maquinaciones para propio beneficio y en detrimento de los que pagan sus salarios.
Saber que en el plano metafísico alguien vela por estos pobres miserables e infelices (que somos nosotros y que haces sufrir a diario) y creer que Él puede, en cualquier momento y sin previo aviso, llamar a cualquiera de ustedes (o incluso a todos al mismo tiempo) para una conversación privada; de esas conversaciones en las que no tiene sentido la sofisma o el uso de la retórica para intentar salirse con la suya, como se han acostumbrado, porque Él sabe todo lo que han hecho mal desde el inicio de sus carreras, y el dará, sin duda, un veredicto del que ninguna corte, por superior que sea, en cualquier plano de existencia, logrará liberarlos...
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