En los anaqueles de casa hay libros, muchos libros. La mayoría de ellos están ordenados en forma vertical, es decir, los que alcanzaron espacio, los que no, permanecen acostados encima de los otros o acomodados de cualquier manera que permita su almacenamiento. Sin algún fin premeditado me he acercado a uno de los anaqueles y mi mirada se fija en un libro de Ricardo Garibay: El gobierno del cuerpo, un volumen de cuentos, comprado y leído hace ya muchos años. Lo tomo entre mis manos, lo abro en la primera página y ¡oh, sorpresa!, encuentro una hoja blanca doblada como si fuera una carta. Me entra la curiosidad y la desdoblo. Es un texto breve de Alberto Huerta (escritor mexicano) que seguramente copié en algún momento, mientras leía alguno de sus libros, ni siquiera recuerdo cuál podría ser.

Leo y su lectura me desnuda, porque es un texto de amor y desamor, de despedidas y regresos, de ésos que duelen aunque nunca hayas sufrido penas de amor. Lo releo un par de veces más.

Este es el texto:

Tú me miras con tus ojos grandes, enrojecidos, tristes, sonriendo con amargura. Creo que definitivamente debemos despedirnos. Ya no es posible el regreso. Estamos en posiciones diferentes, la voz me sale ronca, y los puntos de unión se han ido evaporando, prosigo… Aprietas más mi mano contra tu seno. Siempre que regresas abres la herida que ya había cicatrizado, golpeando, hiriendo, buscando ese sitio vulnerable, donde sabes que el daño será mucho mayor, abriendo de nuevo esa herida dolorosísima.

Alberto Huerta.