Todos los que lo veían decían: "que triste es llegar a viejo". Después de verlo se iban con los ojos encharcados. El viejito hacía una cara de dolor que conmovía. Es que llegar a los noventa años no es cosa fácil, la vida va dejando cicatrices difíciles de cerrar. A pesar de todo llevaba la tragedia con altivez, a pesar que le dolían los huesitos y las carnitas no se quejaba, aguantaba el dolor con estoicismo. Vestía un suéter confeccionado con tres lanas de colores diferentes: una amarilla, otra azul y otra roja. El viejito se creía el hombre más digno, más noble, más abnegado, más ilustre, más decente. Un día llegó a su casa un grupo de madres, todas fueron a tocarlo, pues creían que al tocarlo les daría suerte. Apenas lo tocaron chorreó pus al suelo. El viejo estaba podrido por dentro, tenía más muertos encima que sepulturero.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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