Aparecería en el escenario de los Juegos del Hambre en cualquier momento. El elevador empezó a subir. Las pequeñas linternas pasaban hacia abajo cada vez más rápido.
El extenso territorio quedó a la vista: noche, lomas, bosques y quebradas… y nosotros formando un gran circulo. Me impresionó ver en las alturas en la gran pantalla del cielo, la imagen de la banda Muse surcando las estrellas. Quizá que tema estaban tocando para todos ahora. Me hizo sentir poderoso… mi alma se llenó de pasión y valentía, tal vez había alguna referencia a mi. Miré a un costado del gran circulo y vi un tipo con una lágrima en su mejilla, sonriendo y con la mano en el corazòn. Tenía varios drones cerca. Que raro, pensé.
Había un ser insanamente gordo en el extremo más alejado de mi. La oscuridad impedía que vislumbrara sus detalles, pero llamó mi atención.
La banda musical desapareció, para dar paso a la cuenta regresiva.
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¡Ahora o Nunca!
Atiné a correr al linde del bosque donde había una atalaya improvisada. Había estudiado los antiguos Juegos. En ciertas ocasiones, quienes llegaban a los refugios encontraban armas útiles. A unos cuantos pasos del recorrido, me sorprendió ver en los cielos la imagen de uno de los jugadores, mientras se escuchaba el disparo de fuego confirmando su muerte. Sòlo seguí corriendo, mientras escuchaba una frase de una canción que provenía desde algun parlante camuflado en las piedras: “Llendo a la casa de Damián… Aaaa Aaaa”.
Alcanze la atalaya. Otro disparo de fuego. Esta vez no miré el rostro en los cielos. Mire hacia el circulo. Vislumbré un cuerpo a dos pasos de las armas en la valija del centro. Su craneo atravesado por… por un … ¿tentáculo?. El gigante gordo se movía con cautela; el otro cuerpo se encontraba en su elevador. Lleno de terror comprendí que se trataba de un grotesco y brutal Silordo Cefalóctopus. ¿En qué piensan estos directores? ¿Un Silordo en el escenario?
Otro disparo más. Esta vez fue interrumpido el altruista tema de Master of Puppets, por la imagen del asesinado.
El miedo los dispersará, pensé. No hay manera de unirnos. Sentí un escalofrío al encontrar en la cima de la atalaya una rústica lanza.
Me llené de coraje, mientras mi fuerza y odio se incrementaban. Idearía una estrategia, no para despues ni mañana, sino ahora. Ignoraría los chips cerebrales espías… aunque fuera sabido que los Silordos recibían esas señales. Era una oportunidad unica, si bien cruel y satánica, pero existia la posibilidad de que el juego terminara sólo con la muerte del Silordo.
Me senté en el balcón de la torre, cubierta por unos desordenados tablones, mientras trataba de pensar. Bien, podía observar al monstruo por unas aberturas. Se había asentado en el centro, era lo más esperable. Cubría con sus posaderas la valija.
Descubrí, pasados unos minutos, una trampilla en el entretecho. Con sumo cuidado la abrí. Un jetpack antiquísimo cayo al suelo sin hacer tanto ruido. Tenía una luz roja intermitente en un costado.
Unos arbustos parecieron removerse a unos metros más abajo. Susurré la señal de alianza conocida desde antaño en los juegos. No hubo respuesta. Debía ser solo el viento de la tenebrosa noche.
Me equipé, decidido, mientras me invadia la esperanza y el valor. Tomé firmemente la lanza, que resplandeció con azul por un instante.
Un zumbido apareció de pronto. ¿Un dron? “Ra unca” pareció decir, chirriante, por su parlante. Se acercaba a toda prisa desde la espesura del bosque, con un camuflaje diferente a los demás. Me impactó de lleno en el rostro. Caí aturdido al suelo mientras alguien subía las escaleras. Por un agujero en el techo de la atalaya pude observar el cielo. Jorge Gonzales cantaba “Carita de Gato”, con una escena que surcaba la noche y que sucedía en alguna parte del escenario… un jugador bajo anonimato se enfrentaba a un puma.
Finalmente se acercó el tipo a mi lado. Llevaba los lentes que usa Matt en sus conciertos con la banda Muse. Volví a repetir el susurro, mareado, sin poder ponerme de pie.
—Te puedo ver… a tí y a los demás —me respondió. Una intermitente luz roja se hizo ver en una esquina de los lentes. La silueta oscura se acercó un poco más y extendió su mano derecha hacia mi cabeza.
Entendí todo.
—No los mates. Tal vez… Hay una posibilidad... —alcanzé a decir.
Dos disparos atravesaron la noche.
***
El poster se difundía por todo el mundo. En los aires e impulsado por el fuego, volaba el único ganador de los juegos con unas brillantes gafas y la lanza. Fue el momento mejor fotografiado, antes de que la lanza atravesara al Silordo. |