Cuento
Una rusa para la cuarentena
Que me gustan las rusas no lo puedo negar, algo especial tienen para atraer y cautivar, en mi caso es muy difícil que yo pueda permanecer indiferente a lo que irradian.
Para ser sincero debo confesar que también conozco de muy cerca a turcas, árabes, francesas, gallegas, cubanas y por supuesto argentinas y chilenas, pero… pero hoy a pesar de mi edad mi predilección, aunque pierda, siempre va a ser por las rusas.
Hoy por hoy las rusas son mis predilectas, para un acompañamiento que nunca va a defraudar, todo lo contrario siempre dejaran la sensación de querer más y en una cena son el comidillo de todas y todos los/las asistentes.. La verdad es que no hay como las rusas.
Además para mis gustos y predilecciones ellas tienen un no sé qué, que además de atrayentes las hace sumamente apetecibles
También quiero agregar que hoy con la modernidad, diversidad y tolerancia en que vivimos son del gusto universal, es decir de hombres y mujeres por igual. También debo confesar que al paso del tiempo he ido aceptando esto de la diversidad de géneros y aquello que antes era tabú para mi, con algunas consideraciones, lo acepto como parte del devenir actual.
Para terminar mi alegoría a las rusas ahora, solicitándoles encarecidamente que no lo hagan público, les confieso que hoy me comí una. Sí, me comí una y aunque tal vez no era la más vistosa para mi gusto y alcance del momento, igual la encontré sumamente exquisita, a pesar que la zanahoria la piqué muy grande y las papas muy chicas, las arvejas quedaron recocidas y la mayonesa era de las más baratas del supermercado, pero quiero que quede claro que eso no es impedimento para que esta noche, acompañando al pollo a las finas hierbas cocinado al horno, vuelva a comer lo que quedó de la rusa.
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