El primer indicio de que aquella sería una lectura inusual lo percibió en cuanto tuvo contacto con la fría y huesuda mano que se extendía ante ella. Un violento escalofrío la sacudió atravesando como un rayo toda su espina dorsal. Impactada ante aquella fuerte sensación, nueva para ella, alzó la vista a los ojos del misterioso hombre, en busca de respuestas; pero sólo encontró la infinitud de un túnel oscuro y voraz. Mirarse en aquellos ojos profundos fue como caer en un tenebroso pozo que la absorbía por completo. Sintió frío, tanto, que se quedó petrificada.
La potente voz del hombre la sacó de su estado —¿Qué dice mi destino? —inquirió en forma segura.
Hizo un enorme esfuerzo para sobreponerse y observó las líneas con detenimiento; eran un caos de surcos y pliegues mudos que por más que intentaba descifrar no le transmitían nada. Con su dedo índice dibujó giros imaginarios en el centro de aquella palma abierta, era su forma de construir un puente secreto que la llevaba a la raíz misma de las emociones del sujeto en lectura. Pero en este caso, por más que intentaba, sólo chocaba contra una pared de hermetismo infranqueable.
—¿Quién eres? — preguntó al hombre.
—¿Aún no lo sabes? —respondió él, con un dejo de ironía.
"¿Dónde te vi antes, por qué tengo la impresión de haberte conocido?", se cuestionó en silencio, intentando comprender esa fuerte sensación de temor que comenzaba a invadirla.
Un inesperado pulso de energía la sorprendió, quemándola por dentro. Soltó con celeridad la mano de aquella extraña presencia que tanto la inhibía y retrocedió perpleja. Un frío de muerte se apoderó de la habitación mientras vívidas imágenes comenzaban a galopar en su mente. Unas a otras se superponían con frenesí. Eran rápidas visiones de viejas existencias y muertes, muchas, muchísimas muertes. Podía escuchar los desgarradores gritos implorando piedad; eran almas en tormento, quemándose eternamente en el fuego del infierno. La visión la perturbó hasta cortar su respiración, confundida, solo atinaba a mirar horrorizada la figura de aquel hombre.
De pronto, el escenario había mutado. Su mente desorientada, intentaba enfocarse en todo cuanto tenía alrededor. ¿Cómo había llegado hasta allí? Un dolor inconmensurable la arrasó. Vio las brasas al rojo vivo adhiriéndose con fuerza a su propia piel desnuda, y un olor intenso y nauseabundo de carne chamuscada estremeció sus sentidos produciéndole fuertes arcadas... ella era una más que se retorcía de dolor en ese mar de cuerpos en agonía perpetua.
Al fin reconoció aquel rostro que, alejándose, la observaba con una mueca de satisfacción. La presencia, la extraña presencia, era el mismísimo demonio al que años atrás había invocado, solicitando la dádiva de una habilidad especial. Aterrada, lo comprendió: Su alma, aquello que ella creía no existía, su alma ingrávida, cristalina y etérea, ahora se encontraba irremediablemente perdida.
Desde la profundidad de su vientre gritó con todas sus fuerzas, lloró, rogó; mas todo fue en vano, era hora de pagar el alto precio pactado a cambio de su don.
M.D |