ACTOS REFLEJOS



Antonia era excesivamente pretenciosa, y aunque no se podía dejar pasar su innata belleza, era sorprendente cómo a medida que iba pasando el tiempo, la vanidad había ido pasando por sobre sus buenos modales, humildad y simpatía, convirtiéndola en una muchacha hostil y desagradable.

A medida que iba creciendo, ya no resultaba casualidad pasar por su ventana y verla contemplándose en uno de los tantos espejos que situaba en su dormitorio. Algunos se sorprendían por aquella obsesión por observarse, desatendiendo su real belleza. Otros, reconocían su hermosura, pero no pasaban por alto su desatendido comportamiento para con los demás. Pero lo que más llamaba la atención en el pueblo 'Santa Ursula' era que Doña Desideria resultaba ser la abuela de tan comentada muchacha, y más aun, que aquella sabia anciana aceptara e ignorara el comportamiento de su nieta, dejando que ésta habitara en aquel mundo de reflejos; reflejos propios. Por eso, y por no poder explicarse tantas interrogantes juntas, los pobladores preferían tomar aquello como algo 'natural'.

Pero llegó un día distinto, en que las cosas comenzaron bruscamente a cambiar. Antonia luego de tomar un silencioso té junto a su abuela se dirigió a su dormitorio eligiendo el espejo más iluminado por la escasa luz que provenía de la calle principal, para peinar frente a él sus rizados cabellos. Al principio la muchacha no entendía lo que ocurría; su imagen se veía un tanto borrosa y descolorida. Desconcertada la muchacha buscó otros espejos, pero la imagen continuaba cada vez más opaca y desteñida.

Perturbada , Antonia llamó a su abuela, para que ésta le ayudara a buscar alguna explicación para singular tragedia, pero la anciana no hizo más que convencerla que lo mejor era descansar y volver a las contemplaciones al día siguiente, y con su calma de siempre esperó a que la desorientada muchacha se metiera a la cama dispuesta a dormir. Pero aquella noche Antonia no pudo soñar tranquila de ganas de verse aunque fuera sólo por un momento. Por su parte, la anciana no pudo conciliar el sueño pensando en la gran tragedia que esperaba a si nieta al día siguiente. Aquella noche el desvelo inundo el pueblo 'Santa Ursula'.

Al día siguiente, cuando el sol apenas comenzaba a dar sus primeros rayos, Antonia despertó y ansiosa tomó un espejo de los que situaba en el velador. Fue una escena realmente dramática. En aquel simple y frágil instrumento no se reflejaba más que un dormitorio y sus pertenencias. Una imagen sin Antonia.

Antes que la muchacha pudiera pronunciar acto alguno, situada en el umbral de la puerta, con postura encorvada y serena su abuela se pronunció
-- Sucedió lo que buscaste... Las imágenes se te han acabado.
-- ¿Qué...? –Antonia no podía creer lo que su abuela decía.
-- Es verdad mi niña, te miraste tanto que las imágenes se te han acabado... Pero no te preocupes, acá me tienes a mi para decirte lo hermosa que eres –respondió la anciana.
-- Pero, ¡Que sabes tu! –dejando que toda su ira y desesperación brotaran por sus ojos y sus fuertes palabras- Tu eres fea y vieja, no sabes nada de belleza. ¡Nada!

La anciana guardó silencio. Antonia se levantó rápidamente pretendiendo escapar de la serenidad de la mujer para buscar una solución a su tragedia. Pero antes de salir, la anciana le habló casi en afonía
-- No intentes hija, no te volverás a ver más... al menos de esa manera. Ahora debes buscar... buscar otras formas de manifestarte

Antonia salió brusca y desesperadamente de la casa, pensando en que su abuela no podía estar diciendo la verdad. La muchacha no entendía nada, ni siquiera que a su abuela la llamaran 'sabia', si podía llegar a ser capaz de decir semejantes tonterías.

Con pasos angustiados corrió por la calle principal buscando algún porqué. Encontró el vidrio de una ventana que aun no era iluminado por la luz del sol, e intentó verse allí... Pero nada. Allí se veía todo; todo excepto ella. Intentó con la laguna que lindaba con el pueblo, con los charcos formados por los regadíos, con los cristales de los almacenes, pero nada cambiaba.

Cuando ya casi anochecía, la muchacha llegó a su hogar creyendo que moriría. Ya no había posibilidad ni manera de ver nuevamente su hermoso rostro o su delicado y bien tallado cuerpo tras los vestidos bordados por su abuela... ya no más. No más Antonia en los reflejos.

Al entrar a su dormitorio vio allí a la veterana, quien por su postura parecía haber estado allí desde la mañana. Su rostro plagado de pliegues y vivencias, reflejaba tristeza y cansancio... Todo acumulado a lo largo de los años.

Por primera vez luego de varios años, Antonia sintió que en aquel momento otra persona era más importante que ella. Por un instante dejó de lado su tragedia y sintió compasión por su abuela. Reaccionó y notó que hacían años que no le daba a su única compañía alguna palabra amable o afectuosa. Recordó también lo hostil y fría que era con la gente que le rodeaba, y sintió vergüenza de sí misma.

Creyó no poseer nada, lo más valioso que tenía lo había perdido hacía unas horas atrás. Pero en aquel momento salió a la luz un tesoro que aún la albergaba... el incondicional amor que le tenía a su abuela.

Lentamente avanzó hasta la anciana, y luchando contra el orgullo que aún no se resignaba a morir, le habló
-- Perdóname... Yo... te quiero... te quiero mucho.

La anciana poco a poco levantó la vista húmeda por las lágrimas y Antonia la miró a los ojos; Antonia vio lo que en los ojos de su abuela se reflejaba.

Aquella tarde tras un gran abrazo Antonia entendió que aun existía un reflejo más.




Lorena P. Díaz Meza (A mi hermana Catalina)