No pierde el alma Roberto al cometer lo que comete. No existen estadísticas de cuantos han sido despojados de ella ni cuantos aún la conservan. Aún más, no existe evidencia alguna de que exista eso que algunos llaman alma, salvo vagas informaciones, que por lo vagas pueden ser fraudulentas, como que cuando alguien fallece, una parte de su peso se pierde y eso se ha mensurado con una cifra que parece rotunda: veintiún gramos, guarismo que también pudiera ser convenido por quienes alientan su existencia. Pero eso ahora no importa. Lo realmente significativo es que Roberto dejó el partido del Humanismo y se plegó a las poderosas huestes del Nacionalismo. Un giro rotundo y deleznable para sus ex correligionarios y preclaro para sus nuevos socios políticos. Pero el trasfondo es otro: Roberto está enamoradísimo de Paula Cantor, presidenta de los nacionalistas y para conquistarla eligió esta extraña y poco explicable vuelta de carnero. Para sus adentros, le costará asimilar las vomitivas directrices de su nuevo partido, pero todo sea por el amor, esa cosa palpitante, dolorosa y dulce que le provoca esa mujer. Jamás han intercambiado ni el más mísero vocablo y la esperanza de Roberto se apalanca en ese gesto radical, una niñería para muchos, pero para él la base para ese hipotético romance.
Está claro que Roberto no es un político en el real sentido de la palabra, o es uno muy avezado si se recurre a definiciones más amañadas. Esa calentura suya por la mujer de su partido antagónico en ningún caso se podría comparar con lo sublime de los amantes de Verona. Más bien es un espejismo que se persigue recurriendo a otros innumerables espejismos, entre ellos, digerir lo indigerible y sobretodo, imaginar cuan legítimo será ese viraje en la balanza y en el corazón de Paula.
Sus ex simpatizantes le persiguen en las redes sociales, lo denuestan y lo denominan de las más abominables formas. Está claro que su piel posee capas extras de tolerancia. O bien, son esos dichosos espejismos que lo sustentan en su decisión.
Este día será presentado en sociedad. Habrá discursos, claro está y los mismos que desde la trinchera opuesta lo atacaban, hoy habrán elegido las palabras más floridas para definirlo.
Después del brindis, la ocasión aguardaba de manera irremisible: Paula Cantor, de físico privilegiado y rostro angelical, se ha aproximado al nuevo integrante y él, por su parte, creó la instancia para que este cruce se produjera.
“Señor Roberto Landa, los caminos jamás son los mismos. A veces transitamos por rumbos equivocados, pero es meritorio tener la inteligencia o la suspicacia de encontrar la senda que nos identifica”.
Roberto sólo disfrutaba del aterciopelado tono de su voz. Y de esos ojos almendrados que ella clavó en los suyos. Respondió de acuerdo a la subducción que se producía en su cuerpo, movimientos inusitados que incluso lo avergonzaron al responder entre susurros. Se consideraba un tipo seguro de sí mismo, bien plantado, pero este encuentro, intuía que era la razón y el sendero de su propia perdición.
Temas políticos, pactos y acuerdos colmaron la reunión que finalizó cuando Roberto se despidió con apretones de manos de sus nuevos socios, sucediendo lo inimaginable: Paula le ofreció su mejilla y los labios de Roberto transitaron por la más suave y perfumada seda. Una vez más, sus ojos se encontraron y sin que mediara palabra, ambos supieron que el destino ya los había elegido para lo que viniera.
Roberto condujo su Mercedes con sus sentidos embotados por la emoción. A su lado, Paula sonreía embobada. Algún aspecto de este hombre le provocaba una extraña comezón. Siendo un advenedizo que antes navegaba con una convicción a toda prueba en la vereda opuesta, un sentimiento que oscilaba entre el misterio más profundo, tenues vahos de apostasía o la trascendencia de una revelación cosquilleaban en su mente.
Se dirigieron a la playa, buscando un escenario propicio, el oleaje impertinente compitiendo con ese torbellino que remecía sus cuerpos, pasión de mareas coqueteando con la infinitud de lo indefinible. Y por lo mismo, fascinante.
Roberto encontró por fin el cauce para volcar su pasión y ella le retribuyó con salvaje apetito. Se besaron con furia, con desenfreno y hasta el rumor de las olas pareció acallarse para no competir con esto que lo superaba con creces.
La mañana surgió diáfana en los ventanales de la cabaña. Los amantes, entrelazados en una comunión de cuerpos en reposo, distendían sus labios sin que palabra alguna rompiera esa paz.
Una hora transcurrió antes que Paula expresara con voz rotunda:
“Lo sé todo.”
“¿Qué es lo que sabes?”
“Sabes que…renunciaré al partido.”
“¿Renunciarás? ¿Y por qué?”
“No disimules. ¡Tú siempre lo supiste! Y por eso, ahora creas toda esta especie de intriga para descubrirme.”
Roberto se incorporó, contemplando a la mujer con mirada curiosa.
“¿Así que vas a renunciar? ¿Y se puede saber por qué?
“Por ti, por ti, payaso. Siempre he estado enamorada de tu enorme carisma, de esa convicción tuya que es el alma y el eje por el cual se moviliza tu ex partido. Y descubro que luego renuncias y me desengañas, algo que no creo ni por un instante. Todo esto es una trama para descubrirme”.
“Estás absolutamente equivocada. Si renuncié, lo hice por ti. Soy yo el que está totalmente enamorado de ti. No hay intriga alguna y sólo esta pasión que casi se me dibuja en el pecho por todo ese amor contenido que ahora pude por fin desbordar”.
Paula, se irguió, cubriéndose su cuerpo con las sábanas. Una estridente carcajada desdibujó sus hermosas facciones.
“¿Y qué haremos entonces? Yo iba a renunciar para militar en tu partido ¿No te parece esto una locura?”
Roberto la contempló con ojos desorbitados. Y las carcajadas surgieron para estremecer el ambiente calmo de la mañana.
En consecuencia, Roberto y Paula son dos seres enlazados por el absurdo. Dos malos políticos que ascendiendo en sus respectivas carreras, cedieron a sus pasiones carnales postergando sus brillantes trayectorias. Siendo consecuentes con ellos mismos, renunciaron al partido y crearon uno nuevo, el del matrimonio, honrado por ambos como la más noble institución. Existe gente que cree lo contrario y una vez más salta a la palestra el tema del alma y su discutible existencia. Quizás los dos la perdieron en este intríngulis de mutuas consecuencias. O tal vez, eso a nadie le importe.
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