Hay veces que la vida nos recuerda que no camina sola.
Junto a ella, a la par, camina la muerte.
La huesuda como le dicen en México, o dientuda, o parca, la igualadora.
De repente ella, la muerte, se nos acerca demasido, nos roza tan de cerca que nos lastima, se lleva un trocito de nosotros. Y como ya sabemos, el tiempo, que es su hermano, en algunos casos nos ayuda a curar esa herida que según su profundidad va a dejar marcas.
Cicatrices quedarán en nuestra alma, la mayoría indelebles.
Esta hermana oscura de la vida nos deja pensando en el sentido de nuestra propia vida.
A medida que crecemos ella se acerca mas, se va llevando cada vez más seres que amamos, o que alguna vez fueron importantes para nosotros.
Nos desafía, nos busca, trata de llevarnos consigo y la vamos esquivando.
Se ensaña entonces con personas que nos dejaron grandes enseñanzas, o pequeñas pero importantes, y nos recuerda que un día nos llevará con ella.
Es cuando tomamos conciencia de nuestra existencia efímera, nuestra propia vulnerabilidad.
Es cuando entendemos lo ridículo de lo material, cuando se vuelve una razón de vida.
|