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		| Le compró un libro en la avenida Corrientes y se lo dedicó allí mismo, con una lapicera que le pidió al que atendía la caja. La dedicatoria decía” por un  día muy singular, mas singular que los demás”
 El llegó el domingo de turno a la farmacia, y le dijo ¿tenes omeprazol?
 _Que alta que estas, Julieta
 _No es que yo sea alta es que vos sos un pigmeo.
 El escribano tenía una renta vitalicia, además de una pila de autos antiguos en ese galpón destartalado. Era anticuario.
 Venía no con la asiduidad que deseaba a pasar algunos días  en su quinta de Maswitchz, para desligarse de responsabilidades adquiridas.
 Entre susurros se le escuchó decir  que casi hubiese sido dueño de una compañía aérea, ahí se dio cuenta que desvariaba.
 Eso no importó que caminaran de la mano por la avenida Corrientes, la  que desemboca en  el obelisco.
 La pastillita azul no acudió en seguida.
 Solo su cerebro estaba en movimiento, y abajo en sus pantalones nada se movía.
 Feroz, latente el deseo.
 Las paredes pintadas de rojo furioso, las sábanas de seda, nada propició su satisfacción más que las palabras vertidas acerca de Deleuze y Foucault. No hay nada más excitante que un cerebro en funcionamiento, ni nada más exquisito que las ideas.
 Miró hacia abajo y todo funcionó a la perfección.
 
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Texto agregado el 27-06-2021, y leído por 176 
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