El bus siguió devorando la distancia que me separaba de 4 esquinas, ya estaba solo a dos estaciones de llegar a mi destino. La mayoría de pasajeros ya se habían bajado. En la penúltima estación de mi destino se subieron un par de travestis, un tipo que iba en el bus los insultó y otro pasajero le pegó un puñetazo en la cara, el otro respondió con otro puñetazo en la cara de aquel que se tomó el dolor. Otro tipo que iba entre los últimos puestos del bus sacó una pistola y les dijo que si querían pelear que se bajaran del bus. Uno de los tipos se bajo por la puerta de adelante cuando el bus iba en movimiento, menos mal que iba a poca velocidad. El otro se tranquilizo, los travestis se sentaron juntos y todo volvió a la calma.
Llegó la hora de bajarme y mi voz interior me dijo: "no te bajes, sigue adelante". Hice caso y le dije a María de los Ángeles:
-Tenía que bajarme y ni yo mismo me explico, ¿Por qué no lo hice?
Ella me respondió con algo de ironía lo siguiente:
-No vayas a creer que en mi casa te puedes quedar, ahí no se queda nadie.
-Yo no he dicho eso, sabré como arreglármelas.
-No te da miedo andar de noche por estos lugares.
-Si me da un poco de miedo, pero es que tu perfume me ha seducido por completo.
-No te vayas a acostumbrando a mi perfume pues cuando no tenga como comprarlo, me sentirás insípida, no querrás ni verme.
-No digas eso que yo no soy de esos hombres que ignoran a una dama solo por que no se ha echado su perfume favorito.
-Me gusta que hables así, todavía hay hombres románticos y fieles, ojala que no me vayas a defraudar.
-No te defraudaré, de eso puedes estar segura. Te puedo pedir un favor.
-Desde que no sea dinero pide lo que quieras.
-Quiero olerte más de cerca, ¿puedo hacerlo?
-Pero por supuesto, huéleme todo lo que quieras.
Me acerqué más a su cuello y sentí pleno su perfume, pero esta vez fue más fuerte su esencia de mujer única, de esas que son escasas y uno tiene la suerte de encontrarlas, pues como dijo ella, "la mayoría de hombres no sienten ni huelen".
Luego tomé su mano la llevé a mi nariz y boca, olí su pulso y lo sentí un poco acelerado, no sé si por el contacto tan cercano. Los perfumes hay que echarlos en los sitios del cuerpo donde hay palpitación y ella sabía eso, pues su mano olía también al perfume francés. Ya hablábamos con más confianza, ella me decía "mi amor", ojalá fuera el amor de semejante princesa. Estábamos tan entretenidos hablando que el bus llegó al final de la ruta, ante aquella situación tuvimos que bajarnos. Yo no quería despedirme de ella porque estar a su lado medaba seguridad, lo más seguro es que debe ser muy conocida en el lugar donde vive.
Me bajé primero del bus y le di la mano, ante ese gesto, ella me dijo:
-Todavía hay caballeros.
-En efecto - le dije.
Antes de despedirme le pedí su número telefónico, ella me preguntó:
-¿Para qué lo quieres?, yo soy de poco hablar por estos aparatos.
-Yo también - le repliqué.
Caminamos unos metros, antes que se fuera, le dije:
-Estoy feliz de haberte conocido, ojalá te vuelva a ver, me gustaría volver a hablar contigo.
-Si quieres seguir hablando conmigo, hagámoslo hoy mismo. Podemos coger de nuevo otro bus del transporte masivo y durante el recorrido seguimos hablando, ¿te parece?
-Por supuesto que me parece.
Nos regresamos a la estación del transporte masivo, abordamos el bus 1236 y emprendimos el viaje hacia la noche. Todo lo que me estaba pasando era muy curioso, pues yo era un pintor que se ganaba la vida haciendo reproducciones exactas de paisajes y fotografías de hombres, mujeres y niños y de un momento a otro mi cotidianidad se alteró, yo estoy seguro que para siempre, no sé si todo lo que me estaba sucediendo sería para bien o para mal, sea como fuere ya no me importaba a dónde me llevaría esta aventura loca. Al menos por el momento estaba feliz que haya sido de esta manera, el tiempo y los sucesos dirán la última palabra. Hoy me dirigí a buscar a Ilona y terminé hablando con María de los ángeles, pues me dejé seducir fácil por el perfume que se había echado.
Continuará...
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
@
|