Creo que quiero sentir falta de lo que ahora tengo,
anticipar la ausencia para ir ya acostumbrándome
porque en mi contento ya hay bastantes lagunas,
una duda que me consustancia con una declarada
y personal opinión de la consecuencia de mi ser,
de lo que vendrá en la inevitable autoconsciencia.

Soy más previsible de lo que yo mismo esperaba,
un pronóstico entre el deseo íntimo y la necesidad,
un subjetivo yo dividido entre mi ser y mi proyección,
entre mi libertad condicional y mi yo colectivizado,
esa angustia ante la ausencia de lo desconocido,
añoranza insensata de un vacío que aún no llegó.

No soy más que el producto de mi propio experimento,
el inevitable legado de años mirando desconfiado
en una constante de aciertos tan desacertados,
que me mostraron que la experiencia no es la salida
la pervertida lección de vida en la arrogante mirada
una exégesis entre timidez y un lirismo insinuante
que me ha ayudado siempre a sentenciar la vida ajena.

Quién nos enseñó que la rebeldía era la solución,
quién fue que nos señaló el único camino posible
en una jornada cada vez más lejana de nosotros,
cegado por engañosa ajena identidad seductora
que entre el negativo y el positivo se revela dudosa,
ahora tan lejos de mi me da miedo no ver más la luz,
la misma que siempre se resguardó en mi propia sombra.