Tendía unas prendas mientras pespuntea el día,
el sonido del portero era insistente,
¿quien podrá ser a esta temprana hora?
Cuando cerraba la puerta balcón,
el timbre volvió a insistir.
Camine por el pasillo en penumbras con precaución,
a medida que mis pasos me acercaron a la puerta de entrada ,
oí una voz femenina,
¿que le diremos?
Un tono de hombre muy conocido,
les respondió con premura.
Haremos como si no hubiera pasado nunca nada.
Ahí a unos pasos estaban mis dos hijos,
sus palabras y actitudes,
habían desatado la larga he interminable separación.
Asombro, emoción, confusión.
Esas sensaciones giraban en torno de mi mente,
en el pecho sentía una gran presión.
Hice girar la llave con un hola hijos,
se ve que tuvieron que aunar fuerzas,
solos , por separado no podían enfrentarme.
Con un mamá no te abrazamos por cualquier cosa,
los invite a pasar,
ofrecí café, te, mate cocido.
Ninguno de los dos quiso tomar nada,
“recién hemos desayunado”
sentados los miraba deleitándome al verlos después de tantos meses.
Me contaban como estaban sus hijos,
si mis nietos con los que siempre me comunico.
Ellos estaban muy entretenidos,
pasando de un echo al otro,
describiendo con detalles intrigantes.
Sus nervios los hacían hablar como,
si el día anterior hubieran estado sentados acá.
Paseaba mi mirada por cada rasgo,
disfrutaba de ver el milagro de su presencia,
el comedor estaba estupefacto,
“tan maravillado como lo estaba yo”
Llego la hora de ir a trabajar,
los acompañe hasta la entrada,
nos despedimos con un hasta pronto.
¡Vieja cuidate!
La sensaciones de alegría estallaban en mi interior.
Un dejo incertidumbre me hostigaba.
La impresión de que algo preciado falto.
CAL.COR |