Enseguida le respondí:
-Gracias señor, yo pensé que venía todos los días.
No es así señor, ella viene cuando quiere, no le gusta cumplir horarios ni tener patrón.
Al escuchar la respuesta quedé frío, por lo visto no era una mujer del común, era una mujer que no nació para seguir al rebaño, eso por una parte me alegraba, pero por otra me desilusionaba, pues no sé cuándo pueda volver a verla. Pensé en irme del bar y volver en unos días, antes de irme me dio por tomarme dos cervezas, las cuales pedí de inmediato. Ese día no había ninguna mesera, así que no le quedó más remedio que llevármelas a el mismo señor al que le pregunté por Ilona. Apenas las puso sobre la mesa, me dijo:
-Buen provecho
Antes que se fuera lo invité a que se tomara una de las dos cervezas. Me quedó mirando y luego me dijo:
-Ya que me invitas, hagámosle entonces.
Chocamos las dos botellas y después de limpiar el pico de las mismas con una servilleta, le pregunté:
-Cómo te llamas, es bueno que nos presentemos porque estoy seguro que vamos a ser buenos amigos.
-Mucho gusto, mi nombre es Eudoro Montañez, en cuanto a que si vamos a ser buenos amigos, todo depende de ti, de una vez te digo que la próxima vez que vengas por aquí, no traigas libros como ese que tienes en la mano porque te lo quemo.
Después de escucharlo quedé frio, pero me repuse pronto de esa desagradable sorpresa, de inmediato le dije:
-Está bien, si no te gustan los libros te daré gusto, vendré con las manos vacías para que no te vayas a disgustar.
-Así me gusta que hables, me gustan las personas obedientes, aquellas que acatan mis consejos.
Las cervezas que estábamos tomando se acabaron, estuve a punto de pedir otras 4, la intención era conocer más a este personaje, jamás pensé encontrar a tipos como este, pero lo había encontrado. Fui a buscar a Ilona y terminé conociendo a Eudoro, así es la vida, no siempre nos da gusto. Me despedí y fui al centro de la ciudad, no tenía que ir a ninguna parte en especial, pero me dieron ganas de caminar, como no estaba lejos de la alcaldía, hacia allá dirigí mis pasos, no porque me gustara ir a ese lugar, sino al Paseo Bolívar, me gustaba ir a jugar con las palomas, pues cuando me acerco a ellas, no salen volando, les encanta que les tire granos de maíz, las más osadas vuelan hasta mi hombro y ahí se quedan durante unos minutos. La tarde siguió su recorrido, iban a ser las 4, después de tirarles a las palomas todos los granos de maíz que llevaba, me fui a la estación de la Ermita a tomar un bus del transporte masivo que me llevara a 4 esquinas. Cuando lo abordé iba vacío. Tal vez iríamos diez pasajeros, los cuales estábamos a mucha distancia el uno del otro. A los diez minutos se subió una mujer hermosa, habiendo tanto espacio, le dio por sentarme a mi lado, olía tan delicioso que no puede contener la sensación que me produjo. Me considero un hombre tímido, pero cuando tengo sensaciones y emociones fuertes como lo que estaba sintiendo, me da por soltar la lengua sin medir consecuencias. Me quedé mirándola con gran emoción y luego le dije:
-Uyyy qué rico hueles.
Ella me miró a los ojos y luego me respondió:
Me alegra que te haya gustado mi perfume, tienes buen olfato, eso me agrada, pues hay hombres que no sienten ni huelen.
Me hizo dar risa, pero tenía toda la razón, lo mismo podría decir yo de las mujeres, pero siempre hay excepciones y ella parecía ser una.
Sin pensarlo dos veces le dije:
-Así como tienes buen olfato para los perfumes, ojalá tengas buen olfato para los hombres.
-¿Por qué me preguntas eso?
-Por curiosidad - le respondí.
Era la primera vez que nos veíamos, pero a mi me dio la impresión de conocernos hacía muchos años, no sé si la misma sensación sintió ella, lo cierto era que habíamos roto el silencio y empezábamos a hablar sin temor. El bus poco a poco empezó a llenarse, se subían pasajeros en cada estación. Ya habíamos avanzado la mitad del recorrido, por mi seguiría de largo, solo por seguir hablando con ella. Yo conozco algo de perfumes, a mi no me meten perfumes baratos, sabía por mi buen olfato, que ese usado por ella era muy costoso, yo le calculo, por lo menos unos cien euros. Para salir de dudas, le pregunté:
-¿Cuál es la marca de tu perfume?
Me sonrió y luego me dijo:
-Collection Été Coco Mademoiselle.
Yo sabía que el perfume que estás usando era de marca francesa, pero no sabía cuál, pues tuve la fortuna de asistir a un seminario de perfumería en el Hotel Torre de Cali, donde aprendí a distinguir perfumes, a diferenciar los buenos de los malos, los costosos de los baratos.
Ella enseguida me dijo:
-Me alegra que te intereses por estos temas, hay hombres tan vacíos que solo van a ver partidos fútbol y luego se emborran hasta el culo.
Antes de seguir hablando, ¿Cómo te llamas?
-Me puedes llamar cómo tú quieras, no acostumbro a dar mi nombre a nadie.
Su respuesta me dejó sorprendido, tuve cuidado de disimular la impresión que me causó sus palabras. Para que no pensara que era un pelotudo, le respondí:
-De hoy en adelante, te llamaré María de los Ángeles, ¿te parece?
-Me parece, ojalá que tu María de los ángeles, no vaya a ser María de los demonios.
Nos reímos de la respuesta y más aún del nombre con el cual ella me llamaría, pues no quiso que le diera mi nombre. De hoy en adelante ella me llamaría Alejandro El Grande, me dio mucha risa, pues yo no pasaba del metro con 65 centímetros.
Continuará...
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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