CUENTO PSICOLÓGICO
NOTA: a los lectores que no les gusta la psicología favor de pasar a la palabra FIN.
En la UNAM de CDMX hay muchos caracteres.
Ella, no era una belleza, pero era agradable. Mujer precavida y asertiva. Tenía dos admiradores. Regulaba su tiempo con certeza. Ni uno se daba cuenta del otro y era novia de los dos.
Al terminar la facultad decidió casarse y desde luego escogió al más menso, mi amigo Pepe. Éste le dijo que lo único que tenía era su título universitario, pero nada de money, ¿con qué iban a vivir?
La dama contestó que no se preocupara, entre ella y su mami, tenían un remunerativo negocio: la prestigiada tienda de abarrotes “La gloria” en una populosa colonia y había mucho trabajo.
Así, él pasó de universitario a “tameme” o si quieren llamarle chalán. Tenía que levantarse al alba para ir por mercancía al mercado de la merced, todo el día se la pasaba subiendo y bajando bultos, el “diablito de mercado” (1) pasó a ser su herramienta de trabajo, para subir en los coches de las clientas lo que habían comprado (sin propina). Entro también al club de los maridos mandilones.
El tiempo, les dio una hija, que al pasar la adolescencia copió las mañas de la mamá y de la abuela. Decían que estaban enfermas de los nervios: les daba el soponcio con cualquier contrariedad, las psicólogas que las consultaban les daban por su lado. La “santísima trinidad” formada por la suegra, su media naranja y su hija (que era la peor), traían bien jodido al pobre cristiano.
El viejo médico judío ya fallecido: Segismundo Freud había dicho: “la mente humana tiene potencial que desconocemos”. Pepe de repente vio la luz, (la gracia dicen los católicos). Un día que sus patronas le ordenaron ir a un asunto y que no se tardara, él dijo “ahorita vuelvo” … No regresó.
En la ciudad que nunca duerme “New York”, encontré a mi amigo Pepe. Después de los abrazos de rigor. Vi un desconocido, seguro de sí mismo, muy elegante y del brazo de una güera despampanante. Le pregunté:
— ¿No extrañas México?
— ¡Ni madres!
— ¿Vas a regresar al terruño?
— De pendejo.
FIN
1. “Diablito de mercado”. En México se le llama a a un aparato con ruedas para cargar cosas.
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