Crónica de tiempo y vida



La López Pereyra


Se llamaba y puede a que aún se llame María de los Ángeles. Era la más linda de todas con sus doce años, mientras que yo con mis trece era el más feíto. Ella era la más hermosa de todas mis novias. Por esos tiempos de mi calendario todas las chicas lindas del pueblo eran mis novias -aclaro sí que ellas no lo sabían- y la verdad es que eran varias, la mayoría de la misma escuela aunque también algunas que ya no lo eran. Yo cursaba el sexto y María de los Ángeles iba en el quinto.

Recuerdo que mis novias por esos tiempos eran: dos de cuarto, cuatro de quinto, todas mis compañeras de sexto, más de algunas que habían terminado la enseñanza primaria siendo ya grandes y mayores con sus quince o dieciséis años, y aunque me da un poco de vergüenza decirlo también varias de mis maestras, pero aunque todas eran lindas nunca tan hermosas como María de los Ángeles, tanto que a ella la hice dueña de una canción, aunque con sinceridad no recuerdo cuantos veces logré hablar con ella.

De las pocas veces, la vez que más recuerdo fue un día que ella iba en su bicicleta y repentinamente nos encontramos frente afrente mientras yo quería cruzar la calle más importante del pueblo, ella paso velozmente delante de mí dejando una estela con un aroma que jamás yo había percibido en mi vida de platónico conquistador y quedé embobado viéndola pedalear mientras su negra cabellera jugaba con el viento. No sé si algo dije o fui demasiado evidente al observarla lo que ocasionó que unos metros más adelante perdiendo el equilibrio y en un movimiento brusco la cadena de la bici se desmontó de su piñón, quedando ella sin saber qué hacer.

María de los Ángeles me observaba como pidiendo auxilio, tímidamente me acerqué y de alguna forma me las arreglé para volver a colocar la cadena a su lugar, durante todos los largos minutos que me llevó la tarea ella me hablaba y yo callado, incluso no recuerdo nada de lo que me habló porque estaba completamente cohibido sin poder articular ni siquiera una palabra. Me dio las gracias y continuo con su paseo, mientras yo colorado como una manzana quedé mudo, creo que desde ese momento nació mi temor a las mujeres hermosa que alguna vez he manifestado en mis poema s y cuentos.

Al poco tiempo de aquel episodio finalicé mi enseñanza básica y me fui a estudiar a la escuela industrial de una ciudad distante del pequeño pueblo lo que de alguna forma con la lejanía y el estudio fue haciendo olvidar mis romances de los años lindos, los cuales comenzaron a quedar sólo en el recuerdo. Algunos pasaron a la historia, otros poco a poco los fui olvidando, pero este que hoy relato hasta hoy ronda en mi memoria y lo recuerdo cada vez que escucho al conjunto folclórico argentino Los Chalchaleros cantar la zamba “La López Pereyra” lo que hace que me pregunte porqué será y deduzco que debe ser porque los apellidos de aquel romance infantil eran iguales a los de la zamba de Los Chalchaleros.

https://www.youtube.com/watch?v=URahvztij5Q