Eran los primeros tiempos de la telefonía móvil. Se había comprado un motorola ladrillesco pero que servía para hablar desde cualquier sitio. El problema era que no recibía llamadas.
- Llámame, que no me llama nadie.
Obediente como soy aquella misma tarde marqué su número desde una cabina.
- Dime, qué se te ofrece- me dijo.
La conversación siguió por cauces habituales. Pero en resumen le vine a decir que la llamaba porque la llamara alguien. Pero que, en realidad, no era por otra cosa.
Fue el principio de nuestro fin, tras calificarme de sarcástico.
Para que luego digan que la tecnología une.