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		¡¡¡Ah!!! esas paredes llenas de apéndices, 
que como sigilosos grilletes impedían 
que tu cuerpo se minimizara y huyera 
del abrazo que te estrujaba y disgregaba 
en los elásticos márgenes de las caricias. 
Esas paredes impedían la falsa resistencia 
de tu avidez por defender lo que entregabas. 
Por cauces sin cuidado surgían ansiosos 
desmayares de artificio y necesidades. 
Yo quería siempre más, y vos… ah… vos, 
eternamente dabas el lánguido néctar 
con gemidos de selváticos recuerdos. 
La más profunda oscuridad o la luz solar 
albergaban el  torbellino oscuro que nacía,  
crecía y moría, en esas mismas paredes 
que supieron condensar el universo.  | 
	
Texto agregado el 13-06-2021, y leído por 86 
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