PROBLEMA EXISTENCIAL

La felicidad o la infelicidad depende de nosotros.
Yo era en apariencia un hombre afortunado. Profesionista exitoso, con un negocio a medias con la hija de don Leobardo (qepd), mi antiguo socio, al morir éste le dejó su parte del negocio a su hija Elvira, hermosa mujer de 34 años, de la que me sentía profundamente atraído y lo peor del caso es que ella también me miraba con buenos ojos.
El problema es que soy casado con dos hijos ya independientes, con la buena suerte de que cada uno de ellos nos han dado un bello nietecito. Entonces, ¿qué hago? Me divorcio de mi mujer, profunda católica. Sé que no me daría el divorcio. ¡Vaya problema existencial!
Mi hobby es la literatura, leí la biografía de Sir Arthur Conan Doyle, escritor del siglo XIX. Él casado con una mujer enferma y enamorado de una compañera de trabajo, amor platónico, dada la moral victoriana de entonces. Sufría en silencio. La buena o mala suerte según se vea, su mujer sucumbió de la enfermedad y entonces se casó con la otra dama.
Interesante historia, pero, mi esposa es muy sana. Como sigo la filosofía existencialista y no creo en divinidades, pensé en envenenarla, no supe cómo y no me atreví preguntarle a un experto, tengo varios amigos médicos. ¿Un sicario? ¿Dónde encontrarlo? Además, después de seguro el individuo me chantajearía por siempre.
El clímax llegó, cuando festejamos la fiesta de navidad en el negocio. Ya a “medios chiles”, casi me llevo a Elvira a la cama. Pero, el rescoldo cristiano de mi infancia me lo impidió. Ella se enojó, me dijo: “¡para eso te quería! No eres hombre para cumplirme”.
¡No sabía que hacer! Escribirlo no era suficiente y si se lo contaba a un amigo sería un sabroso chisme. En mi angustia, aunque no soy creyente, fui a ver al buen padre Coruco, bondadoso y bonachón sacerdote católico, amigo de la familia. En una plática, aunque, más bien era una confesión le conté con pelos y señales mi problema.
No fue fácil, él con buen criterio después de meditarlo mucho, me dijo: “el matrimonio es sagrado, lo que debes hacer es dejar de ver a la mujer que te atormenta. Así harías dos cosas buenas, le das tranquilidad a tu esposa, porque ella lo sabe, las mujeres son muy listas y a la otra le das libertad para rehacer su vida”.
Y sí, vendí mi parte del negocio, conseguí un empleo, por fortuna, bien remunerado y vivir en el ámbito de las buenas conciencias, pero, sigo siendo existencialista.