ENSAYO SOBRE UNA POSIBLE TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN DEL ALMA - PARTE I
Jober Rocha
El presente estudio, que pretendo desarrollar con mayor profundidad, engloba dos universos distintos del pensamiento humano: la Ciencia y la Filosofía.
Para el primero, la separación entre el observador y el fenómeno observado se vuelve obligatoria. Para el segundo, esta separación no es necesaria.
Un segundo paradigma de la Ciencia es la obligación de tratar los fenómenos observables, evidentes o verificables, según un rito que permita su reproducción, por quien, quizás, haya estudiado los fenómenos en cuestión.
Finalmente, sería necesario - para que fuera posible tratar matemáticamente sus conclusiones - que los factores que influyen en sus representaciones fueran medibles, con mecanismos independientes de los observadores que los midieron. Creemos que estos tres paradigmas están presentes en la parte científica de este trabajo; es decir, con respecto a la formulación de una función matemática explicativa de la evolución del alma humana, que es nuestro objetivo actual.
En cuanto a la parte filosófica de las hipótesis, desarrolladas en la obra, asumo la existencia de tres factores: un determinismo para la vida del ser humano, la existencia real de la reencarnación y la necesidad de evolución espiritual. Es posible que muchos lectores no estén de acuerdo con estas suposiciones, por razones filosóficas o incluso religiosas. Sin embargo, son aceptados por una parte sustancial de la raza humana y, además, como dijo un filósofo: “Creer o no en estos supuestos no les impide existir verdaderamente y seguir existiendo”. Tales hipótesis presupuestas, aunque no han sido probadas por la ciencia oficial, son aceptadas, filosófica y religiosamente, por un gran contingente de personas en todo el mundo (por budistas, espiritistas, hindúes, etc.).
Algunos dirán, sin embargo, que si bien el alma y la reencarnación no son fenómenos observables, calificativos y reproducibles, no pertenecerán y no serán aceptados como fenómenos en el campo de las Ciencias Físicas. A estos diremos que, al igual que Fibonacci, en el año 1200 d.C., encontró una secuencia numérica (espiral de Fibonacci) y un número (PHI) que son idénticos en miles de fenómenos de la Naturaleza, indicando la existencia de una inteligencia detrás de todo, estos fenómenos que pretendemos estudiar (el descubrimiento de una función matemática que describiera el incremento en la evolución del alma humana, cuyas variables independientes están correlacionadas con la variable dependiente y estadísticamente significativas según criterios matemáticos) podríam constituir una prueba científica evidente de los supuestos aquí considerados.
Así, la vida del ser humano, tal como la consideramos en la hipótesis desarrollada a lo largo de nuestro trabajo y haciéndose eco de las palabras de Platón, estaría programada antes de su nacimiento.
De acuerdo con nuestra hipótesis, por lo tanto, el incremento en la evolución del alma humana (considerando el espíritu encarnado) que ocurrió en esta vida desde el nacimiento hasta la muerte del cuerpo físico, se produciría de acuerdo con una curva matemática predeterminada ( a la que llamo Curva del Destino), que podría expresarse mediante una función matemática, cuya ecuación podría determinarse mediante Métodos Econométricos, a partir de variables previamente seleccionadas.
La predeterminación de esta función comenzaría, entre otros aspectos, por la familia en la que encarnaría el espíritu, por la apariencia y características de su cuerpo físico, además de su inteligencia potencial y su carácter; frutos, estos últimos, de su etapa anterior de evolución espiritual (es decir, en vidas pasadas). Esto podría ser una posible explicación para el hecho de que dos individuos, concebidos por los mismos padres, con el mismo ADN, que reciben la misma educación y viven juntos en el mismo lugar, presentan, sin embargo, comportamientos y caracteres completamente diferentes, así como diferentes destinos. Asimismo, podría explicar cambios extraordinarios en la vida de cualquier individuo, generalmente atribuidos a la suerte o la mala suerte. Los aspectos deterministas mencionados serían, por tanto, prerrequisitos que el individuo traería consigo para iniciar el camino predeterminado a través de la 'Curva del Destino', buscando incrementar la evolución de su alma, y constituiría el ordenado respecto al origen de los ejes de las variables o, en otras palabras, el término constante de la ecuación.
Una vez determinada la ecuación de la curva, a través de técnicas matemáticas (utilizando métodos econométricos), sería posible verificar el incremento ya alcanzado por el alma y hacer predicciones sobre su incremento futuro, a ser alcanzado aún en esta encarnación, mediante el uso del Cálculo Integral y diferencial. La forma en que el individuo, a su vez, sabría si procede de acuerdo con el trazo de la propia curva de evolución, previamente determinada por él, sería, únicamente, escuchar la voz de la razón en todas las decisiones que toma; es decir, nunca realizar ninguna acción que vaya en contra de su conciencia. La conciencia sería, por tanto, el mecanismo ingeniosamente planeado por el Creador para mantener a la criatura humana siempre en su "Curva del Destino"; ya que, encarnados, perderíamos la memoria del destino que (aún en forma espiritual) aceptamos previamente para nuestra existencia futura; así como no recordar quiénes éramos y qué hicimos en nuestras encarnaciones anteriores, para que nuestro pasado (eventualmente malo) no interfiriera con nuestro presente (eventualmente bueno).
Sin embargo, el ser humano, según la teoría aquí formulada, tendría libertad de decisión o Libre Albedrío como algunos quieren, solo en el momento actual y bajo ciertas condiciones, para cambiar el rumbo de su 'Curva del Destino'. Esto ocurriría cuando, impulsado por sus pasiones (o impulsos), tomar decisiones contrarias a su conciencia; es decir, decisiones que no fueran fruto de su razonamiento y de su identidad sensible, que, en última instancia, representaría la voz misma de la razón.
En estas ocasiones, tendría entonces la posibilidad de modificar su destino (o la conformación de su curva), escapando a la predeterminación de su evolución y dando lugar a una nueva curva, diferente a la anterior y en la que podría evolucionar en otro camino (según el trazado de esta nueva curva que eligió por su propia elección, cuando dio rienda suelta a sus pasiones después de encarnar).
Esta nueva forma de evolucionar significaría la ocurrencia de nuevos eventos (intelectuales, físicos, materiales y emocionales) en la vida del individuo, diferentes a los previamente programados. Esto puede parecer bastante paradójico, ya que, normalmente, entendemos que las pasiones aprisionan o esclavizan al individuo y, en este caso, el estaría siendo liberado de su destino previamente trazado, precisamente por ellas.
La paradoja se disuelve cuando observamos que la 'Curva del Destino' original, elegida por el ser humano cuando está en su forma espiritual (con el consejo de los llamados espíritus de luz - o benefactores espirituales - mencionados por las religiones), sería “el mejor curva posible ”, entre las disponibles, para la redención de su karma y para una máxima evolución de su alma en la vida presente. Cualquiera que sea la forma de una nueva curva, resultado de la propia elección del individuo ya encarnado y debido a sus pasiones, debería proporcionar una evolución del alma menor que la predicha por la 'Curva del Destino' original. Así, según nuestra hipótesis, cada vez que un ser humano toma una decisión contraria a la voz de su conciencia, solo para satisfacer sus pasiones o intereses no confesados, saldría de su curva inicial y pasaría a otra, en la que su evolución sería menor , sería nulo o incluso retrocedería.
Gottfried Leibnitz, filósofo, matemático y geómetra (1646/1716) se acercó mucho a esta hipótesis cuando afirmó, a finales del siglo XVII: “Dios no pudo hacer por nosotros más de lo que hizo dándonos este mundo; ya que este era el mejor de los mundos posibles ”. Leibniz, casualmente, fue el creador del término función, que usó para describir una cantidad relacionada con una curva.
Podríamos preguntarnos por qué las religiones y las organizaciones esotéricas afirman que deberíamos aspirar a conquistar nuestras pasiones; ya que se trata, evidentemente, de manantiales que lanzan al ser humano en nuevas direcciones, capaces de cambiar su destino y el del mundo mismo. Ciertamente, esto podría deberse, quizás, a que sus idealizadores, filósofos o pensadores, inconscientemente. habían intuido que a través de la aceptación del libre fluir de las pasiones estaríamos alejándonos del destino previamente fijado para nosotros; un destino que maximizaría el incremento de la evolución de nuestra alma en esta vida.
Las guerras que a lo largo de la historia de la humanidad han cambiado el destino de pueblos y naciones, sin duda, tuvieron sus orígenes como resultado de las pasiones o impulsos humanos. La ambición, la codicia, el odio, el orgullo, la lujuria, entre otros, han revolucionado la vida en la faz del planeta desde los inicios del ser humano hasta la actualidad, provocando muerte, sufrimiento y destrucción.
La configuración muy actual de los países, sus dimensiones, situaciones económicas, políticas, militares y sociales son evidentemente tanto el resultado de decisiones racionales como de las decisiones apasionadas de quienes, hasta entonces, eran los titulares del poder o quienes, a través de golpes de Estado o revoluciones , vinieron a reemplazarlos en una tarea tan agotadora. Muchos eventos comenzaron con cambios voluntarios en las 'Curvas del Destino' de sus principales agentes causales y protagonistas. Ninguna programación determinista, que apunte a la evolución del alma, conduciría al ser humano a la guerra o al mal. Estos serían el resultado de sus propias decisiones (o libre albedrío), como las religiones siempre han predicado a través de la noción de pecado.
Nuestra teoría, con respecto a la práctica del bien, sin embargo, propone un enfoque diferente; es decir, que esta práctica ya sería parte de la programación determinista del individuo como hijo del Creador, fuente de todo bien. Actuar bien no sería el resultado de una elección individual; ya que, todo ser humano estaría programado para hacerlo, de la misma manera que con los animales; estos, aunque a veces feroces y violentos, no tienen maldad en su naturaleza.
El libre albedrío del ser humano, como yo lo entiendo, en última instancia, sería solo hacer el mal, es decir, las malas acciones; porque sólo estos serían contrarios a su conciencia. Cada vez que el individuo realiza una acción, consciente de que debe realizarla (o, en otras palabras, escuchando a su conciencia), esta sería una buena acción y el estaría, por tanto, siguiendo la traza de su curva predeterminada y no utilizando tu libre albedrío. Cada vez que toma una acción, consciente de que no debe hacerlo, pero no evita hacerlo (en otras palabras, usa su libre albedrío para contrarrestar la voz de su conciencia), estaría haciendo una mala acción y saliendo de su camino; esto es, de la curva preprogramada.
Los actos individuales serían neutrales en sí mismos. Lo que caracterizaría un acto como bueno o malo, como determinista o como libre albedrío, sería, por tanto, la intención deliberada de su práctica, violando (por libre albedrío) o no (por determinismo) la voz de la conciencia. El argumento de que la conciencia de cada individuo podría manifestarse de manera diferente a la de los demás, haciendo que lo que es correcto para unos sea incorrecto para otros, puede deshacerse cuando nos damos cuenta de que hay valores que son comunes a toda la raza humana. Destacan las religiones y todos sentimos íntimamente que: “no debemos hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros”. Ahora bien, si le hacemos a alguien lo que no queremos para nosotros, sabremos de antemano que estamos actuando de forma incorrecta y, por tanto, haciendo uso del libre albedrío para ir en contra de nuestra conciencia.
Immanuel Kant: Kant en 'Critique of Practical Reason' afirma que la religión no puede basarse en la ciencia o la teología, sino más bien en la moral. “Tenemos que encontrar una ética universal y necesaria; principios "a priori" de la moral, tan absolutos y ciertos como las matemáticas. Tenemos que demostrar que la razón pura puede ser práctica; es decir, puede, por sí mismo, determinar la voluntad, independientemente de cualquier cosa empírica, de que el sentido moral sea innato y no derivado de la experiencia. El imperativo moral que necesitamos, como base de la religión, debe ser un imperativo absoluto y categórico ".
“La realidad más impresionante de toda nuestra experiencia es precisamente nuestro sentido moral, nuestro sentimiento ineludible, ante la tentación, de que esto o aquello está mal. Podemos ceder; pero, a pesar de esto, el sentimiento está ahí ”(énfasis mío).
“Y una buena acción es buena no porque dé buenos resultados, o porque sea sabia, sino porque se hace en obediencia a este sentido interno del deber, esta ley moral que no proviene de nuestra experiencia personal, sino que legisla imperiosamente y 'a priori' para todo nuestro comportamiento, pasado, presente y futuro ”. (énfasis mío).
Aquel que actúa únicamente por impulso de pasiones, movido por intereses egoístas inmediatos, haciendo uso de lo que considera su libre albedrío, aunque pueda, por ello, gozar, momentáneamente, de riquezas, placeres y sensaciones placenteras, considerándose privilegiado con en en relación con los demás, ciertamente tendrá su evolución espiritual perjudicada en esta existencia; incluso puede quedar atrapado en las mallas de la "ley de los hombres" y tener que ajustar cuentas con la "justicia humana".
Sin embargo, dado que el Creador es la fuente de todo amor, de todo bien y de todas las virtudes, ¿cómo se justificaría que sus criaturas fueran portadoras de pasiones, vicios y malos sentimientos? ¿El Creador (nuestro padre) también tendría tales características, ya que sus criaturas (sus hijos) tienen estas insignias?
A nuestro juicio, la evolución social del género humano siempre seguiría un proceso dialéctico, debido a los conflictos que surgen entre individuos, comunidades, naciones, etc., motivados por intereses antagónicos o divergentes (ciertamente frutos del egoísmo) y eso tendría que resolverse. Con la evolución espiritual no sería diferente. Esto, a su vez, también seguiría este proceso dialéctico de evolución.
El Creador, que nunca necesitó evolucionar, no tendría necesidad de contener en sí mismo sentimientos opuestos o maniqueos. Tales sentimientos solo pertenecerían a seres creados y se instalarían, en nuestro espíritu menos evolucionado, como parte de los instrumentos necesarios para superar nuestros conflictos internos y externos (todos frutos del egoísmo), que también habría que resolver en busca de la evolución espiritual. . Si nuestro espíritu estuviera completamente evolucionado (cuando el Ego ya habría sido eliminado fatalmente) no tendríamos conflictos que resolver y, por tanto, ya no haríamos uso del proceso dialéctico, ni tendríamos más sentimientos opuestos.
Religiones, o doctrinas que definen al Creador como una Entidad a la vez buena y mala (dar y castigar); lo hacen solo para inspirar miedo en los rebaños y para mantenerlos cerca, bajo el control de sus pastores y otros intermediarios que afirman falsamente hacer la puente entre la criatura y el Creador.
Visto desde esta perspectiva, la 'Curva del Destino' original tendría la trayectoria basada en una vida con justicia (e incluso virtuosa), apuntando a la mayor evolución posible para el alma. Tanto es así que nuestra conciencia nunca nos mostraría deliberadamente el camino de la injusticia, el mal o los vicios.
Todos los que toman estos caminos saben en su corazón que están en un camino equivocado; es decir, que no siguieron una guía desde el interior de su propio ser. Más adelante, una vez pasada la influencia de la pasión, buscarán inevitablemente el consuelo, el perdón y la expiación, a través del mecanismo del arrepentimiento.
De esta forma, ya sea por poca evolución espiritual, o incluso por ciertas perturbaciones psíquicas o emocionales que pueden afectar a los individuos, surgirían pasiones y, dada la interrelación entre personas, hechos y eventos, muchas veces seres humanos abandonarían voluntariamente su 'Curva del Destino'.
Por haber tomado decisiones contrarias a su conciencia, decisiones que, aunque llenas de pasión, le parecerían fruto de su 'total libertad para decidir', el individuo partirá hacia una nueva curva, donde su intelectualidad, física, material y el crecimiento emocional sería diferente y, en consecuencia, también el incremento en la evolución de su alma; ya que, a partir de entonces, los hechos de su vida ya no serían los mismos.
El cambio voluntario en la 'Curva del Destino' de un individuo, debido al libre fluir de sus pasiones, podría influir en el cambio voluntario de la curva de otros individuos, siempre que ellos, por razones análogas, se dejen contaminar por el mismo sentimiento, dado el poder de influencia (o magnetismo) existente entre los seres humanos.
Estrictamente hablando, este cambio (considerado, por nosotros, voluntario) también podría ser provocado por factores que escaparían al control racional y consciente del individuo (como en los casos de trastornos psicológicos o emocionales mencionados), permitiendo, de la misma forma, la aparición de las pasiones. Nadie, en su sano juicio, preferiría hacer el mal en lugar de hacer el bien.
Sin embargo, por cualquier razón, al dejar la 'Curva del Destino' inicial, uno nunca volvería a ella, debido a los conceptos de necesidad y fatalidad, mencionados por Leibniz como el 'Principio de Razón Suficiente'. La interacción entre los seres vivos y los eventos estaría cambiando constantemente los escenarios de la evolución social y espiritual de la raza humana, imposibilitando su regreso, debido a nuevos eventos, al alejarse de su curva, que ocurriría en la vida de cada individuo.
Sin embargo, una vez que se cambia la curva, la nueva curva también podría cambiarse por las mismas razones, y así sucesivamente, llevando al individuo a una trayectoria evolutiva bastante diferente a la inicialmente programada, distanciándose a menudo por completo de ella. Cuanto más se deja llevar el individuo por las pasiones, al conducir su existencia, más se aleja de la 'Curva del Destino' original. Una única y eventual salida, de poca importancia, relacionada con la magnitud del 'efecto dominó' (cuando un efecto genera otros, sin detenerse, siempre aumentando) provocado y el número de seres humanos afectados por él, mantendría la nueva curva con un rastro todavía cercano al anterior. Una salida única y eventual, de gran importancia (relacionada con la magnitud del 'efecto dominó' causado y el número de individuos afectados por él), podría implicar un trazado nuevo y totalmente diferente para su nueva curva. La afirmación popular de que "las oportunidades nunca vuelven" es la confirmación empírica de nuestra formulación teórica, lo que significa que debemos hacer nuestro mejor esfuerzo en la encarnación actual para salir victoriosos; es decir, aprovechar las oportunidades que nos brinda nuestra 'Curva del Destino'.
Se podría argumentar que la existencia del determinismo eliminaría la creatividad humana. Esto podría suceder, quizás, si tuviéramos conocimiento previo de los eventos por los que tendríamos que pasar, lo cual no es así. Además, haciendo el bien constantemente, de acuerdo con el determinismo, estaríamos en paz con nuestra conciencia y siempre seguiríamos evolucionando espiritualmente. Para aquellos que, sin embargo, argumentan de la manera anterior, vale la pena recordar que gran parte de la creatividad humana, desafortunadamente, se dirige a la práctica del mal (nuevamente aquí, debido a las pasiones: egoísmo, codicia, orgullo, lujuria, etc. .).
Además, conviene hacer otra observación: la tesis y la antítesis, que constituyen la formulación dialéctica de la evolución (ya sea del espíritu o de la sociedad en su conjunto), funcionarían siempre como fuente de fricción para contener la síntesis resultante. Si la contradicción no existiera, es decir, si hubiera un solo aspecto impulsor que se manifestara, la evolución (o la consecución de algún objetivo) de este solo aspecto, tendería a ocurrir más rápidamente y con mayor intensidad; ya que, no habría oposición a su realización.
Quizás, si estuviéramos siempre en la 'Curva del Destino' escuchando lo que nos dice la voz de la conciencia, antes de tomar nuestras decisiones, nuestra alma podría evolucionar más rápidamente. Al tener libre albedrío para salir de la 'Curva del Destino', creamos la antítesis, que actuaría como freno a nuestra tesis determinista de escuchar a la conciencia en busca de evolución, haciéndola inferior a lo que podría haber sido en ausencia de contradicción. .
El determinismo, que sería válido para la evolución del alma encarnada, seguiría existiendo siempre en otras encarnaciones futuras, solo modificando nuestra próxima trayectoria evolutiva (estableciendo una nueva 'Curva del Destino', para afrontar una nueva realidad), debido a la etapa del desarrollo alcanzado por nosotros en la encarnación inmediatamente anterior. Así, la salida de la 'Curva del Destino' original, por parte de cualquiera, debido a sus pasiones (aunque muchas veces estas pueden contribuir a modificar positiva o negativamente la faz del planeta, como ha sucedido varias veces en el pasado de la especie humana). , contribuiría a que su alma evolucionara menos de lo que se había predicho previamente, no evolucionara o incluso retrocediera, formando un nuevo karma y, en consecuencia, una nueva 'Curva de Destino' a la siguiente de las innumerables encarnaciones que aún podrían llegar. El número total de encarnaciones por las que debería pasar el espíritu serían las necesarias para que complete por completo su evolución.
También se podría cuestionar: - ¿Qué evolución sería esta y cuál es el nivel óptimo de evolución?
La evolución, tal como la entendemos en este trabajo, sería el proceso a través del cual el espíritu se acercaría cada vez más al Todo (el Creador), dejando atrás la individualidad. Su nivel óptimo sería el que se alcanza cuando se extingue la individualidad. Podemos notar que, normalmente, cuando escuchamos sobre el libre albedrío, nos viene a la mente la idea de la libertad total para realizar la voluntad humana; es decir, de la libertad de satisfacer los deseos del ego. Ahora bien, cuanto más atendemos a los deseos del ego, mayor es nuestra individualidad y menor es la evolución de nuestra alma. Por el contrario, cuanto más evolucionada sea nuestra alma, mayor será nuestra comunión con el Todo y menor nuestra preocupación por la individualidad, sin necesidad, por tanto, de satisfacer los deseos del ego; ya que esto dejaría de existir o no prevalecería. Así, vemos que el determinismo es para una alta evolución espiritual, como el libre albedrío es para una baja evolución. El alma evolucionada ya no necesitaría libre albedrío, ya que ya no tendría una voluntad que satisfacer; ya que, como el Creador, solo sería AMOR INCONDICIONAL.
Se podría, además, cuestionar la necesidad, finalidad y veracidad de la hipótesis de encarnaciones múltiples, así como cuestionar la necesidad, finalidad y veracidad de la hipótesis contraria; es decir, el de la no reencarnación. Sin embargo, solo el Creador conocerá las razones que lo llevaron a crear espíritus no evolucionados, que tendrían toda la eternidad para evolucionar. Sin embargo, científicamente toda evolución presupone un proceso acumulativo de experiencias y adquisición de conocimiento, y de esa manera, la evolución tiene que ser conquistada y no otorgada. En el caso del espíritu, el mérito de su evolución recaería, exclusivamente, en el espíritu mismo.
Si bien cada individuo tiene una 'Curva de Destino', adecuada para esa encarnación en la que está viviendo, nada indica que necesariamente esta curva deba seguirse al pie de la letra. Por tanto, la evolución individual no tiene plazo para materializarse. Quien no evoluciona lo necesario en esta vida, evolucionará en otras. Sin embargo, siempre que la evolución tuvo lugar en un universo material (dondequiera que esté ubicado en el Cosmos), en el que estuvieran vigentes leyes físicas y matemáticas, podría describirse mediante una ecuación matemática; ya que todo fenómeno tiene una ecuación que lo describe, aunque muchas veces no lo sepamos, como en el caso que nos ocupa.
La hipótesis que subyace al concepto de karma, o el determinismo que lo rescataría, adoptado por el budismo, el hinduismo y el espiritismo, es que el alma humana no evoluciona todo lo que necesita en una sola encarnación, a diferencia de lo que consideran las doctrinas del cristianismo, Islam, Judaísmo y Protestantismo, que consideran suficiente con una sola encarnación. La hipótesis de encarnaciones múltiples tendería, por tanto, a minimizar el papel de las instituciones religiosas con sus adherentes (sobre todo porque en una próxima encarnación el espíritu podría no tener religión o llegar a tener otra diferente a la que tuvo en la encarnación pasada. ). La hipótesis de una sola encarnación tendería, a su vez, a maximizar el papel de la institución religiosa con sus adherentes; pues éstos, además de no tener otra oportunidad, no podían arriesgarse a elegir un camino equivocado para llegar al Creador, un camino que la institución religiosa o esotérica normalmente afirma que solo ella conoce.
Los criterios, o factores, de evolución a los que todos estaríamos vinculados (y que serían: el crecimiento armonioso de las capacidades intelectuales, físicas, materiales y emocionales del individuo; o, como dirían los budistas, de su cuerpo físico, de su cuerpo astral de luz y energía vital y de su cuerpo mental o causal de conciencia) no son mutuamente excluyentes, ya que tanto el creador estableció leyes universales (a ser descubiertas por nosotros por el estudio de las ciencias), como colocó la materia en naturaleza (para ser, por nosotros mismos, transformadas y consumidas para nuestro propio beneficio); así como dotarnos de atributos emocionales y de carácter propios del alma (capaces de hacernos actuar con justicia, de ser emocionales, de saber que el bien es mejor que el mal, de combatir las injusticias; así como de poseer otros innumerables atributos emocionales).
Como todo en la naturaleza tiene su función y su objetivo, tales hechos parecen indicar que el desarrollo de estos criterios, factores o planes son de fundamental importancia para el incremento de la evolución del alma humana. Así, el individuo que presentara la prevalencia de uno de los criterios sobre los demás no evolucionaría más rápido. La evolución del alma humana resultaría de una combinación armoniosa de los diversos factores de la evolución. El monje que se aísla durante años en la cueva, meditando, con el objetivo de convertirse en el más sabio de los gurús; debido a que no ha combinado armoniosamente los factores de la evolución del alma, no evolucionará más rápido que el padre de una familia que trabaja para mantener a su descendencia y progresar económica y culturalmente. Asimismo, el investigador científico que, como el monje aislado en su laboratorio, intenta descubrir las leyes y secretos que la naturaleza se empeña en esconder juiciosamente, no evolucionaría más rápido que los otros dos. A su vez, los 'nuevos ricos', orgullosos y soberbios, podrían ver retrasada su evolución porque no han asimilado, con sabiduría, la necesaria armonía que debe existir entre los factores responsables del incremento de la evolución espiritual. La prevalencia de uno de los factores sobre los otros siempre indicaría la existencia de una cierta dosis de individualismo egoísta, que retrasaría la evolución.
Si hubiera sido el deseo del Creador, podríamos evolucionar exclusivamente bajo la forma espiritual. No sería necesario, por tanto, que, necesitados de evolucionar, existiéramos en un universo de materia regido por leyes inexorables. Podríamos sólo existir bajo la forma espiritual, una forma, además, en la que pasamos o pasaremos la mayor parte de nuestra existencia inmortal, según las religiones.
Parece, considerando el entorno en el que el Creador nos hizo existir al encarnarnos, que la evolución de nuestra alma depende, fundamentalmente, de una evolución intelectual, física, material y emocional armoniosa, en un cuerpo humano que vive en un mundo material. Las limitaciones de un cuerpo físico, junto con las dificultades de supervivencia en una naturaleza a menudo inhóspita y los conflictos existentes entre seres de su propia especie y otros, parecen ser de suma importancia para la evolución espiritual. Nuestro cuerpo y nuestra alma, constituidos por el espíritu al encarnarse y englobando nuestra inteligencia, nuestra voluntad, nuestra razón, nuestras emociones y nuestro conocimiento, existen efectivamente en el universo en el que vivimos y, por tanto, su existencia constituye un fenómeno universal.
Miles son los testimonios de individuos que han pasado por Experiencias Cercanas a la Muerte - ECM (o que han tenido experiencias extracorporales), que dan fe de la existencia del alma, corroborando lo dicho, desde milenios, las creencias religiosas.
Todos los fenómenos del universo se pueden representar mediante una ecuación matemática. El crecimiento físico de todos los seres tiene una curva que lo describe, comúnmente llamado superficie de respuesta (cómo se desarrolla el individuo en respuesta a la ingestión de alimentos, por ejemplo).
Asimismo, la evolución del alma humana como fenómeno que aglutina los aspectos antes mencionados ciertamente también tendría su propia ecuación, que podría denominarse 'Curva del Destino' o 'Función Multidimensional de la Evolución del Alma'.
La definición precisa de las variables explicativas del fenómeno dependería de la agudeza con la que pudiéramos analizarlo.
La formulación que aquí se presenta, como primera aproximación, es solo un simple intento de comprender el problema y tratar de explicarlo en forma matemática.
Por otro lado, para una buena comprensión, cuando hablamos de libre albedrío nos estamos refiriendo a que los individuos creen que tienen el poder de elegir sus acciones, se dan cuenta de este hecho y creen que estas acciones no están condicionadas por factores antecedentes, sino más bien, por su voluntad.
Cuando nos referimos al determinismo nos referimos a conceptos mecanicistas y teleológicos, es decir, todos los eventos, incluida la voluntad y la elección humanas, están motivados por eventos anteriores o posteriores; es decir, por relaciones causales.
La presente teoría, que pretendo profundizar más adelante, presenta así posibles explicaciones de orden filosófica y científica, ciertamente inéditas, para cuestiones metafísicas hasta entonces, consideradas y explicadas como fenómenos religiosos.
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