Suplicio parte 5

Sheila presentó a Nacho con el encargado. Lo llevó con el paciente difícil quien dejó de dar la espalda, pero seguía sin cooperar del todo.
- ¿Qué hago con ese hombre?
-Imagínate que estuvieras en un hospital, recién parida. Viene un hombre y te dice que te levantes, que camines. ¿Qué le dices?
- ¡Qué está loco!
-Lo mismo dice el hombre. No estás siendo empática con él. No sientes lo mismo que él. Eres mujer. Él está en una situación vulnerable, a nadie le gusta que lo ven así, y menos cuando es del sexo opuesto.
-Entonces ¿Qué hago?
-Déjamelo, yo lo resuelvo.
El hombre comió todo lo que la cocinera le llevó.
- ¿Cómo le hiciste?
-Es entre hombres.
- ¿Se bañó?
-Calmada. Es un pasito el que dimos.
El hombre estaba asustado. Cuando lo tocabas o tratabas de hacerlo, brincaba del susto. El hombre no confiaba del todo el Sheila, pero en Nacho sí. Fue gracias a él que “el borrego “salió de su desgracia.
El joven comenzó a asomar las narices a la ventana. El sol le lastimaba los ojos, su piel era gruesa y áspera. Su cabello estaba sucio y lleno de bolas de cabello. Sus uñas estaban largas y sucias, su aspecto era descuidado.
Con el equipo necesario, Nacho convenció a “el borrego” para darse un baño de esponja. Le talló la espalda con una esponja suave. La suciedad no salía, talló y talló hasta que la piel recobró su color. Cortó las uñas de las manos y pies, cortó el cabello y la barba crecida. El joven estaba asustado porque pensaban que en cualquier momento le iban a pegar, pero confiaba en que Nacho no le haría daño.
Todos se sorprendieron de que “el borrego” el hombre del cuartito estaba saliendo a que le diera el sol. Vio la luz por primera vez después de llegar a ese lugar. Aplaudieron verlo en el comedor esperando que le dieran algo de comer.
Sheila estaba muy contenta de que su amigo estaba saliendo adelante.

Continuará…