Los albores de este jueves clarearon mis cortinas anunciando una nueva jornada replicada con exactitud a las anteriores: los mismos afanes, idénticos bostezos, la caminata hacia el antejardín para recoger el periódico que aguardaba hecho un ovillo entre los claveles. Ya en la cocina, el agua murmuraba dentro de la tetera eléctrica y pronto burbujearía, agregando la melodía faltante a esta rutina. Tarareando, así como uno zurce estos afanes domésticos, surgió en mi cabeza y a pito de nada el tema Personality, entonado por un tal Lloyd Price, canción que ya había hurgado esta madrugada en los anaqueles virtuales de Youtube, cobijado en la penumbra inoficiosa de las seis de la mañana. Impulsos, recuerdos pretéritos, silabeé la palabreja, tan similar a la que me masticaban en la oreja en aquellos años mi madre, mi abuelo, acaso alguno de mis tíos.
-¡Tienes que tener personalidad, muchacho! ¡Si no, serás pasado a llevar por cualquiera!
Y el retintín de estas palabras, persistente e intimidatorio, conminándome a realizar precisamente algo de lo que yo era su antípoda: un adolescente apocado, sumiso, una simple ramita a merced de las circunstancias.
-No tienes personalidad- me vomitaron a mansalva más de alguna vez. Se equivocaban, por supuesto. Ser silencioso, tímido y solitario era la que poseía, triste y sombría pero apegada a mis huesos como eslabones rotos entorpeciendo mis pasos.
En aquellos años surgió la melodía que esta mañana tarareaba sin asunto. La radio la reiteraba como un mantra y mis hermanas la repetían con entusiasmo:
Cause you got personality,
Walk, personality
Talk, Personality
Smile, Personality
Charm, personality
Love, personality
And of Cause you´ve got
A great big heart…
De alguna manera me afectaba la cancioncilla esa e imaginaba a mis parientes contoneándose al ritmo casi marcial del tema, apuntándome con dedos acusatorios.
Y de pronto, hoy jueves 3 de junio, mientras el té proclamaba su aroma en vahos concéntricos, escuché por la radio, parienta lejana de aquellas que emitían la melodía en cuestión, que su intérprete, Lloyd Price había fallecido a los 88 años el mes pasado.
Casualidades de la vida. O un postrero guiño del ayer que se me filtró de contrabando para que tarareara esa demanda urgente de mis antepasados y recalcada rítmicamente por el ahora malogrado cantante norteamericano.
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