Dándole un castigo ejemplar cambiaría de ideología, se olvidaría de todo aquello que defendía con ahínco. Barajó toda la gama de castigos, todos le parecieron insuficientes. Si se tratara de matarlo, la silla eléctrica era la más adecuada, pero lo quería vivo para que defendiera las ideas que antes atacó. Pensó dejarlo ciego, pero se desanimo, pues concluyó que un ciego se convierte en estorbo; se ve que no leyó a Borges. De tanto echarle cabeza al asunto, decidió cortarle la mano izquierda, el pie izquierdo, sacarle el ojo izquierdo y dejarlo oyendo solo por la oreja derecha. Después del castigo lo llevaba a todas partes, para ponerlo de ejemplo a aquellos que gustaban de la izquierda. Un día lo ridiculizó delante de sus seguidores, quienes se rieron a más no poder, pero el político jamás pensó que ese mocho lo mataría de seis disparos con la mano derecha.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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