LUCIFER

Con eso de guardar la distancia y quedarse en casa, para combatir el aburrimiento me gusta leer los clásicos como Johann Wolfgang von Goethe y su Fausto, donde un anciano a cambio de su alma obtiene del Ángel Caído: juventud, riquezas, el amor de la bella Margarita y lo más importante, sabiduría. Yo que no soy ambicioso pensé: “sólo le pediría que me quite lo prángana, que lo demás viene por añadidura”.
En una noche tenebrosa, sin estrellas, cruzando el cielo por relámpagos de una pavorosa tormenta invoque al Señor de las tinieblas.
Se presentó un caballero de exótica apostura, su cara terminaba en una barbilla bien recortada, zapatos de charol, un traje tipo Oxford de tres piezas, bombín, una corbata de una prestigiada universidad del RU, en el dedo índice de su mano izquierda lucía en brillante refulgente. Con exquisita amabilidad me preguntó:
—Me has llamado ¿para qué me quieres?
—¡Salve Satánica Majestad! —exclamé—, a cambio de mi alma, sólo te pido me quites de pobre.
Sospeché que algo no estaba bien, pues, Lucy con la cara enrojecida, rio estrepitosamente, al grado tal, que los ojos le lloraban y con las dos manos agarraba su panza, al terminar el ataque de risa dijo:
—Estás pendejo. Con la pandemia de COVID – 19, me sobran multitud de almas sin valor, como la tuya. Si quieres dinero: ¡trabaja güevón! —y se fue.