Murmuraciones .
La frescura de una rosa roja sobre el cuerpo inerte de la blanca joven contrastaba con la blanca rosa sobre el cuerpo también inerte del joven de piel oscura a su lado.
Parecía un cuadro pintado por algún famoso pintor pero la realidad era otra, la joven pareja no posaba para ningún pintor, la muerte se apropió de sus almas mucho antes de lo predecible.
Ernesto y Sabina, dos jóvenes amantes que no aceptaron la realidad de una vida con prejuicios y tabúes, habían tomado la decisión, en común acuerdo, de quitarse la vida, ni una familia ni la otra aceptaba el matrimonio entre ellos.
Ella blanca…él negro…
Pero ellos se querían. ¿Qué importaba el color de su piel si tenían un mismo corazón?
La familia de ella decía:
___Una blanca con un negro… jamás podrán ser felices.
La de él decía:
___Un negro con una blanca… tendrán hijos a rayas…
Y así fue pasando el tiempo, el verse a escondidas era normal en ellos pero ni el uno ni la otra deseaban eso, querían mostrar su amor al mundo, eran jóvenes e inexpertos y la vida les estaba mostrando lo cruel que podía ser con aquellos que infringieran sus leyes pero…¿De qué leyes les hablaban? Eran un hombre y una mujer, nada más que eso y ¿acaso una rubia no podía casarse con un pelirrojo sólo por tener distinto color de cabello? Para ellos era lo mismo pero la sociedad no estaba preparada aún para la mezcla de las razas, la sociedad creada por hombres, sólo seguía las leyes y creencias de los propios hombres.
Ahora, la cruel realidad, dos hermosos seres que pudieron ser dos almas valiosas para la humanidad yacían esperando que alguien se ocupara de enterrarlos juntos y así lograr la paz eterna, juntos como querían en vida pero, ni frente a la muerte las familias cedieron, fueron llevados a cementerios muy distantes uno del otro.
Tan lejos como sus padres pudieron llevarlos.
Pero…dicen que el hombre propone y Dios dispone y fue así que en el lugar exacto donde cada uno fue enterrado, nació una planta hermosa de flores rojas donde estaba el cuerpo de Sabina y de flores rojas sobre la tumba de Ernesto.
Sólo había una peculiaridad esas plantas no podían ser vistas por nadie excepto por los padres de los jóvenes suicidas cada vez que visitaban el cementerio, la planta florecía irradiando un aroma dulce y exótico que los hacía permanecer mucho más tiempo de lo conveniente junto a sus hijos, en aquellos cementerios desolados y tristes.
Tal era el aroma que desprendían aquellas plantas que decidieron llevarse un tallo para plantarlas en sus propias casas.
Las plantas en pocas horas habían florecido y comenzaron a despedir el delicioso aroma que sentían en el cementerio.
Cierto día, una llamada anónima, alertó a la policía que de la casa de los padres de Sabina, salía un olor nauseabundo y sumado a que por varios días no se los había visto en el barrio, los vecinos temían lo peor.
Curiosamente, en otro barrio muy distante, en la casa de los padres de Ernesto, sucedía lo mismo.
Al llegar la policía a cada una de las casas, se encontraron los cuerpos de los dos matrimonios, sobre sus camas y en cada cuerpo, una rosa, blanca en los cuerpos de los padres de Ernesto y roja en cada cuerpo de los padres de Sabina.
En vano fue la búsqueda de los supuestos asesinos, nunca se supo a ciencia cierta de qué murieron dichas personas, no había rastro de violencia y ni siquiera la autopsia practicada a cada uno de ellos, pudo mostrar rastro de envenenamiento ni de nada.
Lo curioso fue que nada se pudo encontrar en sus habitaciones, ni siquiera las plantas que habían traído de los cementerios.
Cuentan los vecinos que por las noches se oyen los lamentos y las súplicas de perdón de los desdichados muertos, que como almas en pena deambulan por las casas y de las risas incontrolables de las otras dos almas que muy unidos pasan cada noche por una y otra casa.
También se dice que Ernesto y Sabina unidos al fin, se vengaron de quienes cruelmente los habían separado y que en vida fueron sus padres, pero esto jamás se supo a ciencia cierta, sólo fueron… murmuraciones.
Omenia.
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