Me asomo por la ventana
de cristales líquidos,
donde se exhiben los tonos
descaradamente nítidos,
en el improvisado espejo
de oscuros reflejos.


Donde se construye
una realidad,
sin olores ni fragancias.
Realidad que estalla
en nuestras cabezas, alejada,
estrechando las distancias.
Donde se tiñen los momentos
de ocurrencias pasadas.


Salto por el vidrio apagado
en busca de un instante.
Busco el punto iluminado
de la primera esperanza rota,
donde se enciende la llama
de la eterna inquietud.
Busco en ese instante,
el comienzo de las lágrimas.


Cierro mis ojos mojados
y escucho la lejana armonía,
que peina diligente mi cabeza
como cadente letanía.
Se duerme la torpeza
enredada en los temores.


Gira rápido mi cuerpo
entre reflejos entrecortados,
en imágenes inconclusas
me veo recostado.
Sobre el mullido sillón
cabeceando conectado,
tragando la vida a trozos
agonizando sentado.