Ya es un fenómeno que pareciera ser atribuible a situaciones que se producen en la virtualidad de las redes y que no trepan ni por asomo a las alturas de un ataque cibernético. Dije redes y mi inconsciente genera imágenes aterradoras: una masa amorfa que se replica en un tren de nombres diversos. Da lo mismo. Perico de los palotes, Juana la loca o 666%, quienes arrasan con todo, borrando de una plumada faluchos míseros pero honrados o embarcaciones suntuosas de velámenes pretenciosos. Todo queda reducido a astillas en esta marea feroz y sólo nos resta aguardar que amaine esta tempestad inclemente, que en el fondo parece más una jugarreta despiadada de adolescentes. O de personajes que se solazan en la complicidad de las sombras. No hablemos del cambio climático, concluyente y apocalíptico entrando a tallar también en esta querida página en que nos damos cita. No me complicaré con asuntos que rebasan mi modesto entendimiento. Pensemos mejor, y con toda la caridad que podamos alojar en nuestro corazón, en esa Nínive inmolada que acude al auxilio de todos, promoviendo respeto y cordura a ciegas, cual valeroso mascarón de proa que aguanta la arremetida minuciosamente programada.
Es posible que este texto ingrese a la marea en medio del temporal y sea arrasado, con su raído velamen hecho jirones y las tablas desguazadas. Enhorabuena o en noramala. Ya ni sabemos cómo afrontar esta situación y cada cual correrá sus propios riesgos. ¡Buena suerte y a vencer o morir ante Pepe884, moragamoradón, flácidoerecto054 o cualquier otro espécimen con ganas de tomarnos el pelo!