Desde cachorrito le dio adiestramiento, pero mandingas no era un perro obediente, desde chiquito amó la libertad y detestó las cadenas, tanto así que cuando le ponía collar y bozal, se negaba a ir de paseo. Mandingas era un pastor Alemán de color negro con marrón y manchas tonos fuego. Era un perro de raza pura y desobediente a morir, pero siempre dispuesto a defender al amo cuando la situación ameritase. Andrés era su dueño, nunca logró entender que él no vino a este mundo a obedecer, sino a ser feliz y libre como el viento. Ya no lo sacaba a pasear, porque cuando el amo quería ir para el sur, mandingas jalaba hacia el norte, cuando Andrés intentaba ir de paseo en un día de sol mandingas se rehusaba, pues le gustaba pasear mientras llovía. Según su amo era un perro contradictorio, anormal. Estaba pensando en regalarlo, tenía la convicción que cualquier persona que quisiera adoptarlo, se aburriría pronto y volvería a regalarlo. La vida de mandingas sería desgraciada porque iría de amo en amo hasta la hora de la muerte. El encierro, fue haciendo mella en la salud y el comportamiento del perro, al punto que ya no quería ni comer, ni ladrar ni nada. Andrés, decidió sacarlo a pasear, esta vez lo llevó al campo. Pronto llegó a un punto donde el camino se dividía en dos senderos, el de la derecha llevaba a su finca, pero mandingas jaló hacia la izquierda, jaló tan duro que por poco arrastra a Andrés, a quien no le quedó más remedio que seguir por el camino que decidió mandingas. Llevaban cinco minutos caminando juntos. De repente se escuchó la explosión de una carga de dinamita, de haber tomado el otro camino Andrés y mandingas estarían muertos. Desde ese día los dos son libres y felices, van a todas partes juntos, quien señala el camino es mandingas.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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