Sobre los corcovos del horizonte,
rompe su lomo una luminosidad
apasionada como una hoguera
con la fuerza de un corazón rebelde.
En distancia los perros consuelan
el humo herido que deja la noche.
Como flechas sobre el campo, brotan
rasgos del remoto oficio de iluminar.
Los cuerpos resignados de los girasoles
desenvuelven telas de araña y giran
hacia el este con su aliento de libertad.
Libertad encadenada al aire contiguo
del surco, rasguño que siempre somete.
El viento respira en su caja de cristal,
lento, se va eviscerando el hilo terco
de las viejas tristezas, dueñas de la noche.
El aroma sutil de lo silvestre despierta,
y abriga su mentón en torno a mi silencio.
Texto agregado el 20-05-2021, y leído por 51
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