Diálogo a la puerta del templo
Cuento de Humor
Jober Rocha
- ¡Oye, mendigo, fuera de los escalones del templo!
- ¡Pero, cura, no voy a hacer nada!
- ¡Sí, estás pidiendo monedas a los fieles que entran y salen del templo!
- ¡Pero son solo unos centavos!
- Si, pero estas monedas ya tienen dueño. ¡Son del templo!
- ¡Aún no he ganado ninguna!
- ¡Y ninguna ganará pues todas son de Dios, que trae a los fieles aqui, y no de los mendigos que usan las instalaciones del templo como oficina para recaudar dinero!
- Sacerdote y si comparto contigo, todos los dias, la mitad de lo que ganhar, ¿puedo quedarme aquí?
- Nunca podremos creerles, mendigos, pues siempre están al servicio del diablo. Si digo que sí, me robará, dando solo el 25% de lo que gano y quedándose con el 75% restante.
- Pero, sacerdote, le he visto decir que el templo es de los pobres y los humillados. ¡Eso es exactamente lo que soy!
- Debes ser un gran mentiroso. Hace tanto tiempo que mendiga que ya debe ser rico y ahora viene aquí solo para fastidiarme y tomar el dinero que, por derecho divino, es mío. Además, vives solo y aquí en el templo somos tres: yo, el ayudante que es mi ahijado y su madre. Cuando un superior viene a visitarme, todavía tengo que pagar su almuerzo y cena. Además, a los superiores solo les gusta beber vino portugués.
- Sacerdote y si me pagara para hacer algunos servicios en el templo; como pintura, limpieza, cemento, reparaciones, etc.
- No, los fieles ya lo hacen gratis. ¿Por qué debería pagarte por lo que ya recibo gratis?
- ¿Qué pasa si instalo un puesto para vender dulces, bocadillos y refrescos?
- ¡No, la madre de mi ahijado y ayudante ya lo hace!
-¿Y si vendo naranjas peladas?
- ¡Mi sobrino ya hace esto!
- ¿Y jugo de caña de azúcar con bollería?
- ¡Mi hermano ya hace esto!
- ¿Y productos de contrabando?
- ¡Mi tia!
- ¿Y papilla, cuscús, mazorcas de maíz, rompe mandíbulas, mole María, pies de cabrito y paçoca?
- ¡Mi tío!
- ¿Periódicos y revistas?
- Mi primo!
- Mire, los fieles cuando asisten al templo, quieren tranquilidad y tratar de olvidar las tribulaciones, injusticias y miserias cotidianas, que sufrieron o que contemplaron en sus vidas privadas. Tan pronto como llegan aquí y suben las escaleras, se encuentran cara a cara contigo y tus compañeros, mendigos agraviados y miserables sentados en las escaleras, trayendo pensamientos desagradables a sus virtuosas mentes. Muchos creyentes ya no asisten mas al templo, se mudan a outro, cambiam de religión, o oran en sus propios hogares. ¡Quiero verte y a tus compañeros lejos de aquí, de lo contrario nos arruinaremos!
- Sacerdote y si digo muchas oraciones pidiendo a Dios que encuentre suficientes fieles para su templo, ¿me dejará quedarme aquí pidiendo centavos?
- Y crees que Dios responderá a tu pedido, con tanta gente importante en esa ciudad. No responde a mis peticiones, ni a las de mis superiores, ¿les responderá?
- No lo sé. ¿Quién sabe que puede que no se arrepienta de nunca haberme ayudado y decida, ahora que soy mayor, hacer algo por mí?
- Si no te ha ayudado hasta ahora es porque no sigues nuestra religión. Ven aquí, aporta tus monedas y Dios te ayudará, te lo garantizo. Hasta que tú decidas, puedes dejar las escaleras que los fieles ya están llegando y ¡tengo que prepararme para el trabajo de esta mañana!
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