Poema 
 
Entre espera y alcohol se incuban versos de ausencia 
 
 
 
El vino, el poeta y la musa ausente 
 
 
En una ciudad con muchas distancias, 
envuelta por nubes de niebla y smog, 
era un día de otoño en abril 
con guiños de luz y arreos de nubes, 
que pintaban de gris los intentos del sol 
 
La pantalla estaba encendida, 
la bodega de letras con luz apagada, 
el teclado inerte deseando falanges 
y el ratón dormido soñando con queso. 
 
El escritor estaba triste, 
la botella de vino a medio llenar, 
la verdad sea dicha, a medio vaciar, 
y aun así, después de beber más de la mitad 
la copa y el hombre seguían con sed. 
 
Las letras rondaban impacientes. 
Las vocales ensayaban coros sin rima, 
las consonantes eran sonido disonante, 
las minúsculas desafiaban a las mayúsculas, 
el punto y la coma buscaban acentos 
y entre todos no hacían abecedario. 
 
No se unían las letras en verso, 
no se oía que escribiera el teclado, 
sólo el alcohol cayendo en la copa 
y los susurros del triste escritor 
lamentando con gestos impacientes 
y una sarta de palabras no santas 
la tardanza de aquella que no quiere llegar. 
 
Aquella de ojos vivaces y sonrisa amplia 
con cabellos de trigal al viento. 
Aquella que llenaba páginas de su libro 
y que cantaba con voz angelical. 
Aquella que era compañera de letras en vigilia, 
acompañaba los sueños del poeta 
y  le inspiraba versos con letras de amor. 
 
Aquella… sí aquella…  
aquella musa extraviada  
en las sombras del laberinto de la ausencia. 
 
 
  
 
Incluido en libro: Cuando las letras vuelan 
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