De vez cuando, muy de vez en cuando podría decir, consigo alardear de esto. Hay momentos, cada tanto, en los que confirmo que en estos tiempos tener esta capacidad es todo un logro. Una ventaja. Un rasgo distintivo. Una habilidad, que no por rara carece de peso propio, especialmente en tiempos en que cualquier mínima habilidad para hacer algo es elogiada como si fuera una virtud. Cada tanto, me autoimpongo hacerlo y veo que aún resulta, lo cual me gratifica.
Para ser justos, y si lo pienso, creo que tuve esta capacidad desde siempre. Modestia aparte. Imágenes en blanco y negro, de las que no puedo jurar objetividad al traducirlas luego de tantos años, me traen la certeza de que no es casualidad que pueda hacerlo ahora. Me recuerdo ejercitando esta habilidad con resultados dispares, claramente, pero con la profunda convicción que resulta de la certeza de que aquello en lo uno es medianamente capaz debe ser desarrollado lo más posible, sea cual fuera dicha singularidad. Aún con reparos, ya que los tiempos modernos me llevan a preguntarme si es para ufanarse o siquiera para sacar chapa tener una facilidad así. Incluso en la casi esotérica dinámica de calificar cada aspecto propio según lo que cosecha en los demás. Es decir, la habilidad de la que hablo solo tendría sentido si es aprobada o recibe entidad por los demás. Tal vez, la contra de tener una capacidad como esta es que sin los demás, a veces es un regodeo sin sentido. Primera vez que hablo de esto, asumo que en el lugar indicado, quizás para asegurar cierta contención o empatía de quienes creo que también la tienen.
Una habilidad así, ciertamente, desentona. Son pocos los contextos en los que hacer esto pasa desapercibido. Quizás sea por la edad, que permite esbozar vestigios de otra formación y otra adhesión a la importancia que esta habilidad tiene, en detrimento de aquellos que la consideran en desuso, trivial o, herejía imperdonable, innecesaria.
Debo decir, incluso en contra de mi propia convicción, de que la he malgastado, o al menos no le sacado el justo provecho. Contextos desfavorables, inseguridad al ejecutar, o tal vez haber permitido que se filtre la posibilidad del desuso, lo cual a esta altura me resulta imperdonable. Forma parte, esta capacidad o habilidad que no llega a ser talento, de un enorme arcón de condiciones, decisiones, acciones, pensamientos, reflexiones y emociones que están sujetas a revisión hace tiempo. Crisis de mediana edad. O de más edad, tal vez. Esa crisis en que ninguna virtud es tal, y todo amerita ser dudado.
Defectos? Cientos. A lo largo de los años he registrado aquellas expresiones que han llegado a mí precisando quirúrgicamente todas y cada una de mis imperfecciones, erosiones, fallas o inconsistencias. Pero pocas veces, en esa recopilación, aparece esta capacidad como algo que puede discutirse. He llegado a concluir que son muy pocos los aspectos en mi vida que suscitan esta unanimidad.
Dejo a vuestra estimada y calificada consideración si mi capacidad de hablar o escribir sin decir nada es digna de mención, o al menos, de un rato desinteresado de compañía.