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Antes que aclarara, Emilia abrió sus ojos aventando las últimas imágenes de algún sueño difuso. En penumbras, dispersó sus pasos por el pasillo hasta el baño. Después de acicalarse, paladeó nerviosa un café cargado y un sándwich con cualquier cosa. El reloj de la pared, que rivalizaba con retratos de artistas y estampas diversas, marcó las siete de la mañana. La mujer tomó el manojo de llaves y su cartera, en la cual portaba sus documentos. Salió a la calle que se desperezaba en medio de ladridos y sonidos lejanos, aportando su papel secundario en este escenario común. Emilia, arrebujada en su chaqueta raída, caminó por el sendero gris de baldosas picoteadas y manchadas con orines y escupitajos. Nadie la acompañaba más que un sentimiento que le pulsaba al compás de su corazón y que le aligeraba el paso. Un muñón de convicción raído por temores embrionarios le pulsaba las sienes. Se sabía diminuta y ajena al tráfago de la ciudad, temía a la poderosa maquinaria que desbasta ilusiones y las transforma en diminutas astillas. Pero, también se sentía protagonista. A intervalos, sus latidos eran clamorosos y convincentes y al tranco siguiente, se diluían en retintines de derrota. La pobreza suya, digna y sin rasgos dramáticos, dibujó en su espíritu una premisa: jamás claudicar ni enfangarse en situaciones dudosas. Siempre hubo comida y un dormir sin remordimientos en su modesto hogar. No hubo hombre con el que sintonizara ni chiquillos que le agregaran peso y sustancia a su vida. Frisando los cuarenta años, se desenvolvía en labores diversas que satisfacían su espíritu.
Las puertas del establecimiento estaban a punto de abrirse y un grupo abigarrado de personas aguardaba impaciente. Emilia se sumó a esa gente y ello le entibió su ánimo en esa mañana gris de otoño. Jóvenes militares, enhiestos y de apariencia acartonada, fijaban sus ojos en un punto distante del horizonte. Algo de culpa y fiereza se mezclaba en sus gestos y vestimentas, acaso remordimientos atávicos que sobrevolaban espectrales.
Las puertas se franquearon y la gente se diseminó presurosa por los distintos puntos. Emilia extrajo su cédula de identidad y se dirigió resuelta al lugar en que su voz se estamparía sumaria en varios papeles. Una joven la recibió gentil y comprobando sus datos, le extendió cuatro papeletas que se quebraban en diferentes partes marcando los caminos para su doblez. Ingresó a la cabina y decididas sus preferencias, las plasmó con una simple raya que equivalía a una esperanza, a un reclamo, a una lejana y despercudida ilusión.
Horas más tarde, la alegría multitudinaria cobraba cuerpo ante la aplastante derrota de los grupos dominantes. Una nueva generación de jóvenes voluntariosos abriría profundos surcos y su entusiasmo sería el motor para provocar los cambios necesarios. Es el discurso, la palabra que se despilfarra y se ecualiza en los medios de comunicación. La esperanza se anida en el corazón de la gente. Y el temor. Y esa noche fría que acuartela sueños y premoniciones. Emilia no celebra porque su pragmatismo no se lo permite. Los políticos prometen, piensa cautelosa. Sólo aguarda, algo somnolienta, que amanezca. En todos los sentidos.













Texto agregado el 19-05-2021, y leído por 126 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
19-05-2021 Tu texto tiene mucho de esperanzador en medio del temor por repetidos fracasos y falsas expectativas, producto de los charlatanes de siempre. Por suerte el pueblo no baja los brazos. Genial presentación! Me gustó leerlo dos veces (una ayer, que no alcancé a comentar). Un abrazo. Clorinda
19-05-2021 —Afortunadamente mentes jóvenes con buenas esperanzas, unos con banderas conocidas, otros con banderas de independencia, llegan en momentos propicios para ofrecer y sembrar buenas semillas e ideas nuevas, ojalá lo consigan.—Desgraciadamente también llegan y se repiten otros ya contagiados con el germen de la ambición personal y apetencia desmedida, germen que pronto puede enquistarse en los renuevos, tal como ese virus invasor que hoy nos condiciona. —De todas formas esperemos mejores tiempos. vicenterreramarquez
 
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