Él está allí, detrás de ese algo que nos separa, ¿Distancia? ¿Circunstancias? ¿Destiempo? o simplemente el cristal líquido del monitor y el tecleo incesante de mi laptop ¿Quién lo sabe?
Pero yo sé que deambula por mis versos, los desmecha, hurga en ellos, los destripa y me busca dentro de ese loco poema que se escapó una noche de insomnio y vampírica inspiración y como un ángel perturbado se echó a volar sobre las rejas del papel y allí se quedó preso.
Él busca esos poemas y también esos relatos que garabateo y cree encontrarme dentro de esos escritos como el poema preso entre las negras rejas de la hoja.
Él está ahí, detrás del monitor, buscándome en ese mapa de innumerables grupos colmados de poetas que se agrupan para soltar los poemas como palomas, pero ahí no me encontrará nunca, aunque algún poema este por allí como un polizón escondido, ahí solo encontrará peces que escaparon de mi pecera, pero yo, estoy lejos de ahí.
Vivo nadando en un mar de letras confundidas, obsesionadas, rebeldes y hasta subversivas (nunca acataron normas ni técnicas ni morales) y condenadas, a veces tan oscuras que no ven la luz. Yo estoy más cerca de lo que él cree, estoy en esos poemas que aún no he escrito porque mis musas se niegan egoístamente a soltarlos, estoy en esos poemas que él escribe y a mí me gustan y me vuelan la cabeza.
Él está ahí bebiéndose mis metáforas, degustando imágenes pintadas con palabras, está borracho de deseos, preguntándose sí ese personaje colado en el poema tiene mis alas, mi perfume, mis ganas.
Y yo, sabiéndolo espero que siga buscándome incansablemente y una noche de esas de insomnio, cuando me transformo en un vampiro y me dedico a chupar la sangre de mis musas, antes de que se les ocurra como suelen hacerlo irse de gira por otros lares y volver escuálidas a alimentarse de mi sed y mi hambre de escribir, él me encuentre y me suba a su sueño y volemos junto por ese universo donde él me busca y yo lo espero.
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