Después de recibir una pensión promisoria de tantos años de laborar en el servicio público, Rafael de la Torre vendió su ostentosa casa y compró un departamento pequeño en la céntrica colonia Roma, punto ideal para vivir en la ciudad de México. Así se dedicaría a sus dos grandes pasiones viajar y escribir.
Platicador por antonomasia, junto con su esposa Mary planearon visitar a su amigo Juan Ignacio quien vivía desde hace muchos años en San Antonio, Texas, juntos visitaron el histórico lugar conocido como El Álamo, en donde el ejército mexicano atacó en 1836 a una milicia de texanos que estaban a favor de la república de Texas. Ambos amigos, jamás se pusieron de acuerdo de las causas y origen de esta disputa histórica, por lo que acodaron cambiar de tema. Eran dos formas distintas de interpretar la historia.
Al día siguiente Juan Ignacio lo llevó a visitó una escuela de educación secundaria en donde lo sorprendió la enorme cantidad de gente latina que acudía por las tardes a recibir clases de inglés. Eran personas que trabajaban en este país como jardineros, albañiles, carpinteros, obreros y una gran cantidad de empleadas domésticas.
Pero lo que más le sorprendió fue el excelente sistema de salud de los Estados Unidos que brinda a sus pacientes, transportación gratuita a los enfermos, en los hospitales reciben las mejores atenciones del mundo. Tuvo oportunidad de acompañar a su amigo a una cita y lo comprobó. “Mientras tengas un seguro médico no tienes por qué preocuparte”, le dijo con mucha satisfacción su amigo Juan Ignacio. Sobre este tema, fue nuevamente dos formas de concebir la forma de gobierno norteamericano. .
Fueron al encuentro de sus esposas que ya los esperaban en una cafetería ubicada en el céntrico y pintoresco Río San Antonio. Cómodamente sentados ellos se disponían a continuar expresando sus discrepancias, pero mucho tuvo que ver la sensibilidad femenina de Mary con su oportuna intervención para abordar otro tema y así evitar ese choque de trenes que se hubiera producido, de no haber intervenido. De modo que ambos amigos lo entendieron y de una forma práctica, destapando una botella para brindar por este encuentro y disfrutar del encanto de la ribera del río San Antonio.