(A mi madre)

Esa extraña manía
de cruzar los pies.
Reflejo de incomodidad
que escarba
mi tranquilidad.


Llave extraña
que abre recuerdos.
Que quema suave
como llamado
a la tibieza
de una fogata
encendida.


Sobre el frío
de la noche larga,
escucho tus pasos
y tus carcajadas.
Te cruzas sonriendo
iluminada.


Tu caricia en mi cabeza
me hizo tocar el cielo.
Y sin llegar a tocar el suelo,
pequeña inocente adorable,
sentada de piernas
cruzadas te veo.


Como pequeñito bulto,
apoyado sobre el banco
gris de una plaza.
A la espera paciente
de un largo camino
que acaba en mi vida.
En los pies descalzos
donde comenzaron
mis pasos.


Recuerdo implantado
de tonos grises
sobre papel cuché.
Aún no te conocía
madre mía.
No te conocía de niña
pero puedo recordarte
con tibieza y sin colores.


Con esa dulce mirada
por descubrir el mundo.
Mucho antes
que yo existiera.
Mucho antes
que me sonrieras.


Un corto instante
en un confuso pasar
que me acompaña.
Una caricia inadvertida
que hace brillar
en la simpleza
tu recuerdo
de locas maneras.