Entrecerrando los ojos se miró al espejo, y algún pensamiento los debe haber abierto de par en par, ya que se miró nuevamente y tomó de inmediato la decisión. Siempre amó la belleza ¿qué era eso de tener grasita sobrando, enaguas colgando, y rímel surcando (no sus ojos precisamente)? De manera que en cuestión de un mes, la famosa Señora D parecía su hermana menor.
La idea surgió de su reciente viaje a Venus, cuando fue abducida por cuatro simpáticos sujetos, aunque algo sinvergüenzas con antenitas y todo. Claro, era el Planeta del Amor y la Belleza. Allí la masajearon, empolvaron, untaron y maquillaron de lo lindo, y fue en ese lugar paradisíaco donde aprendió secretos de belleza guardados por eones. El llevar toda esa sabiduría a laTierra, amén de medio kilo de cenizas volcánicas, fue el detonante de su resolución. Pero ahora era casi de madrugada y su plan de belleza perfecto, incluía un descanso reparador de 48 horas mínimo para reposar de las travesuras venusinas. Luego de dos noches espectaculares,donde charló en la primera de ellas con la Esfinge en el Cairo de mil cosillas,y partió durante la segunda a buscar perlas negras enTahití, se despertó algo cansada. Era fácil de motivar y le bastaron unos segundos para tomar nuevos bríos. Prestamente entonces, se levantó de la cama y el pie derecho fue a parar con toda su fuerza dentro del bol depositado en el piso, que contenía una ensalada de frutas llena de almíbar, postre con el que se regaló la noche anterior. El contenido alegremente se derramó por completo en la alfombra nueva. Muerta de risa, se fue saltando en una pata hasta el baño para lavarse, dejando un dulce reguero a su paso. Cada noche dejaba al pie de la cama vestigios de su última manducada, sabiendo que al día siguiente pasaría un desastre -que por supuesto pasaba-.
Feliz entonces, al notar que su pronóstico se cumplía, comenzó a organizar el día. Era la nueva modalidad, sí señores, ahora cada cosa se planificaba con antelación. Ya no más Señora D atolondrada, ¡nada que ver! Ahora llenaba cientos y cientos de minúsculos papelitos que colocaba rápidamente y sin mirar en cualquier sitio, cosa de no encontrarlos jamás. Sobre todo si era un asunto importante, los demás los hallaba enseguida, claro. Aunque los que descubría tampoco podía descifrarlos, ya que no entendía su letra y jamás se enteraba de lo que decían. Pero el germen de la organización se había puesto en marcha, y eso le daba satisfacción y una gran confianza como un deber cumplido. El organigrama del día lo dedujo rápida y fácilmente sacando la numerología de la fecha, haciendo un cálculo con su propia numerología, tomando en cuenta en qué fase se encontraba la luna, más todo lo que adivinaba en las formas caprichosas de las nubes en ése preciso momento, y sobre todo por aquello ininteligible que captaba de Pedrito, el loro. Pedrito era el loro de su vecina, distante quinientos metros de su casa, sea como sea, lo milagroso del caso era que siempre acertaba. Ese día dedujo por lo tanto, estaba destinado a pensar cómo abrir su propio Instituto de Belleza, o mejor aún, ¡un Spa! No lo mencionamos antes pero la Señora D es toda una belleza madurita de unos cincuenta años (sin cuenta) y desde siempre le había interesado la estética. Quería probar unas máscaras cuya fórmula ultra secreta, perteneciera a la difunta Helena Rubinstein. De sus propios labios antes de expirar por completo, la había escuchado. Claro que Doña Helena habló en Arameo antiguo, y ella no pudo comprender ni jota. Pero ¿para qué existe la creatividad entonces? Improvisó y armó una fórmula personalísima, según su leal entender. Ahora además contaba con las enseñanzas Venusinas, y eso no era ninguna tontería, nada podía fallar. La acompañaría en su experimento la vecina que justo ese día acertó a ir a su casa, para pedir prestada una taza de azúcar.
Silbando a todo lo que da (era una de esas mujeres que saben muy bien hacerlo) comenzó a preparar los ingredientes. Sabía que de resultar un éxito, esas máscaras serían la base sobre la que construiría su Spa. La noté muy ensimismada sacando botellas y filtros de colores, llevando cajones al parecer muy pesados, una cajita de vidrio donde se veían unos bichos asquerosos arrastrándose –otra más grande también vidriada- e incluso un frasco de laboratorio que contenía algo misterioso y muy especial por el aspecto, el cual sacó del freezer para leer la fecha de vencimiento pero de inmediato volvió a dejar mirando rápidamente para ambos lados, por si alguien espiaba –(a mí ni me vio)– ¡también transportó de acá para allá unas pequeñas jaulas!? La observé preparando con sumo cuidado todo lo necesario, pero sólo supe de algunos pocos ingredientes. Puso manos a la obra, arrastrando varias cajas y cajones. Llenó hasta el tope la bañera con cerveza como sabía se usaba en spas de Austria, Alemania y Checoslovaquia con mucho éxito, y le puso un toquecito de su cosecha, una medida de la mejor leche de cabra virgen (la tenía amarrada en el fondo) y dejó aparte el Beaujolais Nouveau del Resort Hakone de Japón. Sabía que no es conveniente mezclar bebidas alcohólicas.
Al ver tamaños preparativos, me di cuenta que la archiconocida Señora D no se andaba para nada con chiquitas. Era más que evidente que luego de atender a Fidel Castro hacía tiempo, se había preparado concienzudamente en sus tareas tanto de sanadora como de esteticista. Fue enseguida a ver cómo se encontraba la vecina -que por un tema de confidencialidad llamaremos simplemente NN- la notó algo ansiosa, quería su taza de azúcar y nada más. Claro que la Señora D podía convencer a cualquiera de lo que sea y al cabo de dos minutos y una copa del Beaujolais sobre todo, NN se rindió.
Ése fue el momento elegido para evaluar detenidamente la condición de NN, y saber exactamente qué tipo de tratamientos llevar a cabo. Agarró su lupa XL Ultra Aumentux y anotó todo lo que veía con sumo cuidado, claro que con esa letra que nadie ni ella misma entendería jamás. Y comenzó el operativo:¡Belleza Total! En principio remojó un algodón en la copa de vino para limpiar la cara de cualquier rastro de polvo. Eso se notaba que le gustó a Doña NN, porque ya alegre por el vinacho, sonreía de lo lindo. Cuando nuestra protagonista agarró barro del Mar Muerto diez minutos antes de su deceso, sal marina, ajo, cebollas, limón y una pizca de nuez moscada para frotarla junto con 10 kilos de arcilla (otro barro pero de nombre fino, bah) y la envolvió íntegra, mientras estaba la mezcolanza tibiecita, todo bien. Pero algo más tarde ésta se secó y comenzó a tirarle, entonces la pobre mujer daba toda la impresión que no estaba demasiado contenta por los gestos que hacía. Apenas que podía moverse, ya que por último tuvo la ocurrencia nuestra tan querida Señora D, de envolverla como matambre tipo momia, con 1.500 metros de una ancha cinta adhesiva que como se sabe, iba a hacerle transpirar de lo lindo.
La Señora D si algo hay que decir, es que es demasiado atenta con su trabajo y no se detiene en nimiedades tales como ojos desorbitados, sonidos guturales que nadie comprende, y tonterías así. Por lo que prosiguió sin tardanza con su tarea y para mayor comodidad de su paciente momificada, agarró un guinche y la levantó de las cintas, para depositarla con todo cuidado en la bañera repleta de cerveza. Ahí sí que iba a estar a sus anchas la vecinita, que se vaya a hacer morisquetas ¡y a quejar después a Gardel!
Notó que el cabello de NN se encontraba francamente deslucido, entonces le preparó una máscara capilar con yema de huevo, aceite de oliva, algas y avena (nutrición pura). Se la aplicó mientras NN disfrutaba (supuestamente) del baño. Consiguió colocarla, pese al movimiento histérico con la cabeza de la vecina, ¡pero qué cosa!, ¿sería posible que no deseara verse más bonita? Igual ella prosiguió con una plancha bien caliente, para aplastarle los mechones parados de pelo. Se fijó en la hora y la dejó un rato más en la bañera por las dudas, mientras se tomaba varias copitas. Al trabajo hay que saber agregarle algo de alegría y sana diversión. En ese momento, la radio pasaba un chachachá del tiempo de su abuelita, por lo que se dedicó a hacer cabriolas en el living, mientras la otra ya estaba decidida a matarla en cuanto finalizara el tormento. Cuando todo terminó -esto es la copita y la música- dio por finalizado el baño terapéutico. Nuevamente ayudada con el guinche, la agarró bien para depositarla en una cama solar que le habían prestado para probarla cuando ella contó a todos que iba a poner un Instituto de Belleza. La cama ya estaba bien caliente y el ruidito que hizo la mujer al pasar del frío y la humedad al calor, motivó la carcajada espontánea y feliz de la Señora D. Tenía la teoría que pese a estar su vecinita toda vendada, los rayos traspasarían el plástico de las cintas y quedaría echa una belleza con la piel bien pulida y tostada. Al notar que comenzaba a salir demasiado humo y olor a quemado, corrió a apagarla algo desilusionada, y mucho más cuando quitó las cintas de un tirón pese a los alaridos...Menos mal que tuvo la precaución de no sacar la ancha cinta de la boca, ¡así podía trabajar en paz! Ante toda manifestación de NN, ella le chistaba con toda su fuerza un rotundo: ¡Shhh...! y la otra dejaba de moverse, si fuera mal pensada diría que hasta parecía que le había tomado miedo.
Lo que asombraba a la aspirante a Esteticista, era el estado de la piel calamitoso, apergaminado y reseco, que le había quedado a NN. Por suerte con el tema de tirar de golpe las cintas adhesivas, no le quedaba ni un sólo vello eso sí, depilación perfecta. Así que sin parar mientes en detallecitos poco importantes, debería proseguir con su Plan de Belleza Total tan maravillosamente elaborado. Si la piel le quedaba así después de un poco de tratamiento, era porque no debía servir gran cosa. Tal vez algo genético, vaya una a saber. Sin decir ni pío, la condujo a un asiento donde iba a hacerle la pedicuría. En honor a la verdad, no la iba a hacer ella, sino unos simpaticones pececillos Garra Rufa, conocidos como Dr. Fish. Ellos se comerían toda la carne inservible con mucho gusto y poco trabajo para ella. Ante la mirada más que asombrada y llena de terror de su vecina, al ver sus pies dentro de la palangana con agua y los Garra Rufa, le explicó que se usaban desde siempre en China, Japón y Turquía, ¿o ella acaso creía que utilizaba métodos comunes y corrientes? La otra sólo se limitó a agachar la cabeza, y con la boca tapada asintió sumisa, como si estuviese condenada a la silla eléctrica. En realidad, recién empezaba a mostrarle algunos de sus mejores secretos de belleza. Al rato todo era algazara en la sala, y la víctima, ¡uyy dije algo impropio! la vecina o sea NN, estaba tentadisima de risa, porque los Dr Fish le hacían cosquillas a más no poder. Ante ese mar de hilaridad, se atrevió la aspirante a dueña de un Instituto de Belleza, a traer una jaulita y a sacar de ella, varios ejemplares de serpientes. Había leído que en un Spa al norte de Israel, las colocaban en la espalda para crear una sensación muy placentera de masaje y caricia. Antes le estrujó la cola a una para ponerle lo que saliera, tipo Botox o algo así.... ¡Pero le fue imposible colocarla! ¿Podrán creer que ahí sí salió espantada NN, con un alga colgando sobre la oreja, como alma que lleva el diablo? Tras ella, corriendo una maratón la siguió la Señora D, agitando el misterioso frasco de laboratorio, mientras le gritaba -Hey, falta el Semen de Toro para el cabello, ¡te lo deja hermoso!– mientras con la otra mano le mostraba un puñado de sanguijuelas y vociferaba ¡Y faltan éstas todavía para desintoxicarte como a Demi Moore -! No hubo caso, la mujer hasta el día de hoy se rehúsa a volver. ¡Con todo el trabajo que le prodigaron a manos llenas! Ingrata...Si ella sólo quería que fuera más hermosa.
Recordó en ese momento cuando unos años atrás, con la piel de un naranja rabioso por haberse puesto varias capas de un autobronceante bastante malo, se hizo una máscara de frutas. Aplicó bien en su cara limpia, una papilla de manzanas, encima puso rodajas, trozos y pedacitos de banana, y en los ojos sendas rodajas de pepino para desinflamarlos como todo el mundo sabe. En eso tocaron el timbre, alcanzó a abrir la puerta como pudo tratando de que no se le cayera la frutería de la cara, por lo tanto su rostro y cuello estaban totalmente horizontales y miraba de costado con un sólo ojo a través de la rodaja de pepino. Sólo escuchó que alguien pegaba un alarido de terror y le pareció ver un jovencito que corría como si lo persiguiera un demonio. Jamás supo qué era lo que quería, así que se consoló comiéndose el pepino. Y ahora la pobre se quedó ahí en medio de la calle con las sanguijuelas pugnando por salir de su encierro nuevamente y el frasco de semen de toro...sorprendidisima de la poca comprensión de algunas personas.
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