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HECHICERA

Aquel ser que una vez amé y ahora está en el ayer.
Ella, de rara belleza, malévola, encantadora, con un diabólico mirar.
Yo, de mediana edad, capo de cuello blanco, negocios turbios, la mayoría de ellos. No sé cuanta es mi fortuna repartida en bancos de países sin problemas. ¡Cómo es mi apariencia? Todo súper rico es guapo.

Desde joven, la ambición fue mi credo, los negocios (de cualquier índole) mi droga. Los sentimientos un estorbo, las mujeres para gozarlas y olvidarlas, bien remuneradas. El poder intoxica y a la larga aburre.
Hastío, sensación de vacío cuando las metas se han cumplido. En esta circunstancia la conocí, no recuerdo dónde ni cuándo. Destacaba por su luciferina mirada y menosprecio a mi persona. ¡No era posible! Me encapriché y terminamos en el altar, bueno, es un decir, sólo por el civil. No quiso ir a una iglesia y yo estuve de acuerdo pues no simpatizo con los eclesiásticos, tan hipócritas y siempre acusándome de pecados baladíes.

Me di cuenta que mi investigador me miraba con burla, aunque no lo dijera. Cornudo, poderosa palabra. Mi esposa tenía affaires con muchachos jóvenes, los cambiaba a medida que se aburría de ellos. Al principio pensé en arreglar cuentas, nadie se burlaba de mí, pero, era extraño, ella cuando me dedicaba tiempo, me trataba con gentileza. Por eso, al igual que en mis negocios me hice de la vista gorda.
No pensar y dejar el tiempo pasar. Aprovechar su tiempo libre y sumergirme en las tinieblas. ¿Cómo resolver mi problema?

En el hospital lujoso de la región, me humillé en su capilla, hincado, recé a un dios en el que no creía. Un facultativo con una bata blanca impecable me dijo: “no respondió al tratamiento”. Cobraron sus descomunales honorarios y nos dejaron solos.

Por ser adalid de la sociedad, las exequias tenían que ser suntuosas. Acudió toda clase de gentes: políticos de alta alcurnia, hombres y mujeres de negocios, sus empleados. En fin, una multitud enorme, un obispo le dedico palabras de despedida. Todos, sin excepción, acudieron por mero compromiso y quedar bien. Yo, con un extraño dolor, la extrañaba y me hice la promesa de seguirla hasta el averno donde, de ser cierto lo que dicen los curas, debe estar.
¿Cuál es mi secreto? Estoy enamorado de una muerta.




Texto agregado el 06-05-2021, y leído por 116 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
06-05-2021 Humor negro. La extraña unión entre una diablesa y un capo de la droga. Él, es fiel incluso después del trance y dispuesto a ir al averno a buscarla. Ella en cambio, egoísta pero encantadora. Buena y terrorífica narración Terryloki
06-05-2021 Bello y bien triste por varias connotaciones. Un abrazo grande! MujerDiosa
 
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