Mañana despertare enraizada al futuro, caminando al filo de la navaja, creyendo en las alas de un mañana hundido en luz, donde las calles grises no existen y la soledad esta enfrascada en un hielo que no se derretirá ni con el rayo más fuerte del sol.
Mañana creceré empezando por mis brazos, serán enormes puentes, para cruzar las fronteras interminables, para cruzar los días eternos, para cruzar los mares, para cruzar aquellos ojos extensivamente profundos.
Mis piernas de gigantes harán que mis manos inmensas toquen las nubes blancas, así ellas las moldeen, a su parecer para que los niños de enero y de febrero, y de todos los meses, hagan florecer la imaginación más recóndita de su cerebro.
Jugando ellos a ser nunca grandes, la infancia consumida, en libertad vigilare, para que el mañana vuele infalible.
Mañana...
Desperté, los camiones botando humo negro y el ruido de las bocinas me ensordece, un niño hambriento muestra su cuerpo desnudo, el cabello sucio y desordenado.
Un hombre alcohólico viendo como las agujas del reloj. Se consume en el día a día.
Una mujer sola, un hombre solo, no se miran, no hay nubes en el cielo, no hay árboles en las calles gastadas, no hay sueños en los patios de las casas, sucedáneas de hogar y ¿mañana?...
Pukem Küyen
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