Reflexiones sobre el asesinato
Hola amigos:
En el transcurso de nuestra existencia, existen seres malignos que uno desearía que pasaran al panteón o mejor al crematorio.
Un ejemplo sería aquella hermosa dama, que cuando le declaré mi amor, me mandó a la fregada con una risa burlona. Lo más doloroso fue su comentario: “estás mal de la cabeza, ¿cómo crees que me fijaría en ti?, pobre y feo, has de saber que el que me gusta y me voy a casar con él, es el hijo de don Crescencio. Él si es guapo y su familia está forrada en billetes. Viviré como una princesa. Con un pelagato como tú, estaríamos contando el dinero y es probable que yo tuviera que trabajar. ¡Ni madres!”
O bien, mi tía, hermana de mi papá (qepd). Rica señorita quedada, pero que era la consentida de mi abuelo y le dejó toda su fortuna. A mi papá sólo consejos. Con eso de que tiene marmaja, a sus sobrinos nos trae hechos unos pendejos, de gatos, y más a mí que dice que soy su sobrino preferido. Nos dice que nos tiene apuntados en su testamento. Sin embargo, no sale de la iglesia y es capaz de dejarle su pasta al cabrón curita que es su confesor.
La verdad, que no tengo reparos en el asesinato (como un acto artístico), por no tener resabios religiosos, ya que no soy creyente y tengo una imaginación viva y se me ocurren muchas maneras de que un cristiano o cristiana, como la tía, dejen de respirar oxígeno que tan escaso está.
Me duele confesarlo, pero la verdad es: soy muy pusilánime, acoquinado a más no poder, así que asesinar a alguien, que lo tendría bien merecido, es para mí, sólo un sueño guajiro.
Después de varios años les diré que ha pasado. La chava hermosa, está casada con el ricachón y vive de maravilla. Y en cuanto a mi tía, felpó por la diabetes mal cuidada, y ¡oh sorpresa! Era mentira de que tenía mucha plata. Los sobrinos tuvimos que cooperar para su entierro. Lo que me sirve de consuelo es que el sacerdote confesor esta re-encabronado.
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