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Había cierta expectación en la villa por el fruto de nuestro prócer local; malogrado en desgraciado accidente. Había unanimidad: las más altas cotas logradas en la población. Una eminencia arrastrada por la mala suerte al camposanto. Las matronas no habían sido ajenas a ello y se habían disputado su fruto. Un fruto que él con generosidad había derramado.
Por ello quizá la sorpresa fue mayor; pues de aquel portento de la arquitectura: nuestro Fisac local; sólo mediocridad brotó. La inteligencia pura, si no va acompañada del honor- dijo un día quien lo sabía- se esparce sobre el mundo en forma de mala yerba. Por ser el honor, contra lo que se cree- decía- el sustento de esa construcción que es el ser humano, sin cuya base- proseguía- toda acometida es vana ilusión. Con estatua y todo campa: idealizada si se me apura; pues los viejos del lugar recuerdan perfectamente sus hechuras. El adorno y pompa se ha convertido en fea realidad, pues aquella esperanza que representaba su fruto se ha visto negada por la triste realidad. |
Texto agregado el 02-05-2021, y leído por 84
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