Estaba tan obsesionado con la estatua de Antonio Nariño que no le importaba que se rieran de él cuando lo veían sacarle brillo. El Alcalde le había dado permiso para que lo hiciera, pues era un admirador de ese prócer de la independencia. Le dio permiso pero no le dio los elementos que necesitaba para lustrar la estatua de ese personaje tan famoso de las gestas libertarias de Colombia. Hermes Botina, de su propio bolsillo sacaba el dinero y compraba las franelas, los cepillos y la cera para dejarla como un espejito.
Todos los días la brillaba, sin importar que lloviera o hiciera sol. Los habitantes de La Villa Viciosa, ya no lo llamaban por su nombre, empezaron a decirle brilloso, le decían con mucho cariño para que no se fuera a ofender. Hermes Botina se la pasaba brilla que brilla ese monumento de bronce, que a propósito lo habían hecho en Francia, como reconocimiento al más grande defensor y traductor de los derechos humanos. Pero de nada le sirvió eso, porque cuando nadie lo esperaba, Hermes Botina le puso un taco de dinamita y mandó a la mierda más de 200 años de historia. Desde ese día el pueblo quedó dividido, la mitad defendiendo estatuas y la otra mitad dinamitándolas.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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En medio del paro que se desarrolla en Colombia, los manifestantes están derrumbando todas las estatuas.