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Eran pilares de un material desconocido pero a la vista de su delicada observación parecía un tipo de granito antiguo, imperecedero, o una especie de mármol lustrado casi diariamente. A pesar de ello, no se veía nadie en las cercanías. Sin tocarlos pudo percibir la suavidad y el liso de las piezas que se erigían sobre las grandes losas de arcilla que pisaban sus botas casi inadecuadas para la antigüedad de aquella edificación. Se levantaban enormes, tan grandes como las torres que hace años ya dejó de divisar en la lejanía cuando migró de aquel planeta en búsqueda de la fuente principal que le daría el puntapié inicial a la más larga odisea que hubiese imaginado, pero aún así sabiendo que sería una aventura o mejor dicho un desafío para el requerimiento al cual había sido sometido. Era el vigésimo primer ser vivo en pisar aquellas ruinas, solo, con el miedo colgándose al cuello con un peso físico empañado en la gravedad que sentían sus pies con cada paso que daba al internarse en la oscuridad que lo rodeaba. No sudaba en esos momentos, pero lo haría después de unos instantes más, al concretar el primer viaje fractal que lo llevaría de vuelta al punto donde su mente dudaría de su capacidad de raciocinio sometido a las diferentes capas de realidad que caerían presentadas a una velocidad jamás experimentada para un ser como él. Varios de Los Verbos serían inventados en múltiples lenguajes después de su experiencia.

Se contarían años de lamento viviendo el pesar y el sufrimiento de ser un ser común y corriente sin memoria del día a día que estaba por sucederle. Viviría otra vida antes de volver a recuperar la propia. Viviría otro nombre. Otro cuerpo. Otro Dios. Pero despertará ahí mismo, donde se encuentra ahora, bajo el techo de un templo de alguna civilización pretérita del cual no tiene conocimiento. Y es ahí donde se forma su miedo, su terror a lo desconocido, al sentirse perdido y lejano de lo que es su realidad o lo que al menos cree que se puede decir realidad. Miedo al saber que sus sentidos fallan al identificar cosas que le rodean y que al acercarse sean lo que parecían, como los mismos pilares que ahora parecen simplemente monolitos de alguna roca común y corriente y que no supo en qué momento mutaron a lo que ahora ve, tan extrañado.

Erigido en un desierto plateado con el viento helado de un glaciar y con una estrella quemando a su espalda, contradiciendo del mismo modo todo clima que haya experimentado en su corta edad. Demasiados factores para mantener una mente concentrada en su objetivo, pero ahí está. La ve y no sabe cómo explicarlo. Una manifestación universal llena de colores y figuras geométricas variando y pulsando al mismo vaivén del viento soplando, al mismo calor de la estrella que lo quema, al mismo nivel de terror que siente al verla. Al mismo latir de su corazón humano. Lo llama y lo empuja sin decir nada.

Los ecos de sus pasos rebotan en todas las formas sólidas que detecta mientras se acerca, reincidiendo en sus oídos de formas casi psicodélicas y armónicas, generando una sinestesia visual de figuras que se replican en sus ojos que cada vez parpadean más para anular las alucinaciones que le producen su estado mental. Es una prueba en sí y lo sabe, pero cree entender el flujo de las cosas y se deja llevar. Es él el problema, no lo que lo rodea. Cierra los ojos y comienza a meditar.

Los sonidos disminuyen, el miedo se transforma en un escudo más que en una amenaza, su respiración baja y la visión ya no le engaña. Mantiene el estado por unos momentos y de pronto una luz en el centro del templo lo absorbe y todo estalla con una ráfaga de dolor y llamas. Es como una fuerza frontal, un vértigo horizontal que lo levanta y lo engulle.

Está siendo atrapado por una trampa que desconoce por experiencia pero la conoce por intuición. Repite sus mantras mientras la dimensión cambia y su espacio se altera. Las transfiguraciones lo conectan con una versión de algún antepasado, quizás en la Tierra, quizás en Ingora o quizás en otro lugar. Sus necesidades afloran con hambre, sed y una angustia que reactivan el terror y lo vuelven a alterar. No sabe dónde está. No sabe cómo volver. Replica la imagen de una gota infinitamente cayendo al vacío que su maestro le enseñó para volver a sí mismo y no sirve de nada. Solamente ve una gota fina y estirada infinitamente que se aleja de su ubicación y se pierde a lo lejos en la oscuridad del espacio como un rayo de luz que apenas refleja las distantes estrellas que se pierden también en el fondo negro de su visión. Todo se vuelca en un remolino y de pronto despierta en una habitación blanca, totalmente opuesta a la entrada de la trampa, sin recordar absolutamente nada.

La trampa fue preparada específicamente para él a pesar de que veinte emisarios ya habían pasado por ella. Y él, sin saberlo aún, fue preparado para sobrevivir a la mente inserta en ella.

Texto agregado el 30-04-2021, y leído por 60 visitantes. (0 votos)


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