Don Cristóforo Pardo nos había iniciado en las primeras letras. El hombre era un sabio para su tiempo; y, sin embargo, allí lo tenías: en aquel oscuro rincón de la geografía española. Él, que hubiera podido disertar de tú a tú con Ortega y Gasset y Gregorio Marañón en el mismo ateneo de Madrid, allí estaba, de profesorcillo en provincias. Enseñándonos las primeras letras, pero con gran propiedad. Así fue cómo, entre otras cosas, llegamos a misterios tan insondables, aparentemente y si no te los explicaban, como la razón de los años bisiestos, y los fundamentos del gramófono; entre otras cosas que uno recuerde. Un día nos dijo que la Tierra viajaba a gran velocidad por el espacio y que el universo era infinito hasta el punto de no haber un arriba y abajo, ni una derecha ni izquierda. También nos dijo que la ciencia acabaría con la religión un día.
En fin, que le estábamos muy agradecido los del pueblo a Don Cristóforo; y eso que al principio teníamos hacia él grandes recelos, quizá por forastero. Por forastero de tan lejos, de la misma Andalucía.
Entonces, la que con el tiempo fuera mi señora, le preguntó, muy atinadamente.
- Y si viajamos a gran velocidad por el espacio por qué no lo notamos.
Don Cristóforo se alegró de la pregunta y nos mandó que cada cual, como deber, llevara la respuesta al siguiente día.